lunes, 29 de septiembre de 2008

Terrorismo Semántico



Hace algunos años comenzó en nuestra ciudad la incipiente práctica del karaokismo, misma que en los últimos días se ha acentuado en la preferencia de ciertas personas que comienzan hacer de esta tecnología (por lo menos en el puerto) una práctica doméstica común.

Un amigo muy naco que se acaba de comprar un karaoke (nótese la envidia subyacente en el comentario), nos invitó a unos cuantos íntimos a conocerlo y una vez ahí no te puedes sustraer a la tentación y terminas probando si realmente funciona correctamente, o sea, si logra el milagro de que tu voz se escuche con un atisbo de entonación decente siquiera una vez en la vida.

Por azares del destino la canción elegida para recrear una dinámica de nuestras miserias corales fue un bolerito mexicano de padre boricua compuesto en 1950.

Por primera vez en la vida fui capaz de cantar una estrofa sin desentonarme y eso me hacia sentir que si no perdía la concentración sería capaz de terminar la canción sin hit ni carrera en contra, pero...

¡Siempre hay un pelo en la sopa!

Resulta que al comenzar la segunda estrofa, de repente me quedé mudo y un frío glacial me recorrió la espina dorsal cuando mis ojos leyeron:

"Yo se que te mueres
cual pálido SIRIO
y se que me quieres
que soy tu delirio...
y que en esta vida
he sido tu CRUZ"

Y es que a espíritus ultrasensibilizados por la guerra como el mío, en ciertas circunstancias las homofonías nos causan conflicto. Lo primero que me pasó por la mente es que si el Sirio ese del que habla la canción está pálido es porque tiene miedo y cuando a un árabe se le va el color y hay una Cruz de por medio todo comienza a oler a conflicto religioso. De repente a mi mente vino la revelación, en un momento todo tuvo sentido y en un súbito, pero heroico, ataque de histeria salí corriendo pasando por encima de todos y gritando a voz en cuello:

¡UNA BOMBA! ¡SALVESE QUIEN PUEDA!

Después de controlar mis ansias de huir despavorido del lugar por la tácita amenaza terrorista del mensaje, los demás me explicaron que no pasaba nada, que el baboso que había hecho el archivo kar había tenido un error de ortografía y donde debería haber una "C" había una "S". De esta forma, corrigiendo la integral de camino a mis pensamientos comprendí que Rafael Hernández estaba pensando en una vela grandota cuando escribió la canción y la cruz del final era un artilugio poético y no un subliminal religioso reaccionario.

Ya en la calma, uno se pone a pensar que se habria de organizar una cruzada en contra de la poca calidad cultural de los productos que al masificarse nos inducen a aceptar y convertir errores gramaticales absurdos en uso común y con el tiempo hasta en norma de lenguaje. Y deberiamos empezar en casa, interesándonos por leer un poco más ya que eso nos ayuda a ampliar nuestro léxico y mejorar nuestra ortografía de manera natural. No se que día un primo miraba con cara de “¿what?” a mi hermana, quien en la Cena de Pascua, en Semana Santa, nos explicaba que Moisés abrió un venero en una roca con la ayuda de un "cayado". Al final comprendí que el menso del primo todo el tiempo pensó que el "cayado" era un ingeniero amigo de Moisés que seguramente era muy discreto... o mudo.

Es por eso que siempre es bueno consultar el tumbaburros ante la duda para preservar la infalibilidad y evitar que algún idiota intelectualoide (como cualquiera de los autores de esta columna) nos quiera venir a corregir.

jueves, 25 de septiembre de 2008

El '78 No Se Olvida



Pensé que lo había superado, pero hace algunos días lo ví de nuevo y aunque había cambiado de apariencia supe de inmediato que era la misma persona que me causó el trastorno mental. A pesar de que han transcurrido 35 años desde aquel trágico suceso, mi mente me devolvió a las mismas angustias y delirios de cuando era un infante y tuve que pasar por una de las pruebas mas difíciles de mi vida.

No se trata de un problema sexual ni de drogas, es algo peor. Está entre la obsesión y la adicción, y además todos los mexicanos (con la digna excepción de Carlos Monsiváis) la padecemos en mayor o menor medida, es una pandemia que se esparce mas rápido que el SARS.

Grosso modo, la historia es la siguiente: hace algún tiempo y a sugerencia de mi psicólogo me mudé a Toronto para estar lejos de mi vida pasada porque si seguía en México, el entorno no me dejaría recuperarme. Tenía que dejar atrás mis adicciones y vivir en un lugar que no me las sugiriera ni por error...

¡Tenía que huir de mi afición al futbol!

¬ Canadá está limpio ¬ me dijo el galeno ¬ puede usted buscar consuelo allá con un deporte mas sano.

Y todo estaba bien hasta que hace poco me aventuré a leer la sección deportiva de algún diario en internet. De repente lo vi de nuevo, ahi estaba, era él, el mismo de antes pero sin la barba ni la melena, pero era él, ahí estaba en los periódicos declarando sobre la derrota de México ante las japonesas... era él... ¡já! ¿si lo sabré yo?...

¡ERA LEONARDO CUELLAR!

Todo comenzó a mediados de 1978, yo tenía diez años y como todo niño normal me gustaba el futbol. Se podría decir que mi afición se mantenía dentro de los estándares normales de cualquier niño de mi edad. Pero cuando el balón estaba a punto de empezar a rodar en Buenos Aires, los medios me empezaron a apabullar, mi cerebro de pronto se vio invadido por imágenes de jugadores, ofertas de playeras con escudos, posters, balones oficiales, etc. Jose Antonio Roca declaraba a la revista Proceso que seríamos campeones del mundo: primero le empataríamos a Alemania (después de todo eran los actuales campeones del mundo), derrotaríamos a Polonia y por último golearíamos a la débil Tunez. ¡Nadie nos detendría a partir de ahi! Las campañas mediáticas estaban justificadas ante el optimismo que embargaba al país entero en esa época.

Por un lado se nos había dicho (desde la cima de la colina del perro) que habría que aprender a administrar la abundancia, y por otro, que nuestro lugar en el concierto internacional del futbol sería diferente después del mundial de Argentina. ¡La Concacaf y la OPEP se nos hacían chiquitas! Fue así, con esta feria de las vanidades detrás, que una campaña diabólica me sedujo. Era un juego que regalaba una compañía de refrescos donde un cartón pintado de verde, unas cuantas corcholatas con las caras de los flamantes seleccionados y un botón nos convertían en los dioses del estadio, en directores técnicos, en cracks internacionales, en cronistas mas elocuentes y pintorescos que Angel Fernández.

¬ ¿Y salen todos en las fichas? ¬ preguntaba algún despistado en el recreo

¬ “T O D O S” ¬ era la respuesta al unísono del resto del grupo de párvulos, con un dejo de indignación porque alguien no estaba enterado de algo tan crucial y relevante en nuestras vidas.

Y sí, ahí estaban: Pedro Soto, Pilar Reyes, el “Cora” Isiordia, Alfredo Tena, el “Gonini” Vásquez Ayala, el “Wendy” Mendizábal, Toño de la Torre, Víctor Rangel y Hugo Sánchez, entre otros integrantes de la futura selección campeona del mundo.

¬ Espérense tantito ¬ reflexionó alguien ¬ ¿Cómo carajos va a salir Leonardo Cuellar?

Era una acotación muy razonable a nuestra tierna edad si tomamos en cuenta que la foto del jugador solamente mostraba su cara en un espacio tan reducido como el revés de una ficha, era justo pensar que la melena de Cuellar no cabria. De cualquier manera, olvidados del asunto, hicimos un recuento de nuestras fichas a las dos semanas siguientes (con varias ausencias porque algunos después de tanta cola hacian cola en el hospital)… faltaba una ficha, decía el corcholatero consejero del IFE. ¿Quién falta?... pues LEONARDO CUELLAR.

Era la ficha encantada, rápidamente pensamos en mil formas de hacernos de la tan deseada corcholata. El camino sencillo era pegar en una ficha un grotesco recorte del poster de la selección que había salido en el teleguía. Pero no era lo mismo. Fue entonces cuando a algún discipulo adelantado de Maquiavelo se le ocurrió que asaltáramos a la cooperativa escolar antes de la fiesta de fin de cursos: el plan consistía en destapar todos los refrescos una noche antes del evento con tal de conseguir la tan anhelada ficha. Sería una operación quirúrgica magistralmente ejecutada sin parangón en la historia, mucho más efectiva que la hitleriana “Noche de los Cuchillos Largos”, esta vendría siendo algo así como la “Noche de los Destapadores Cortos”. El balance al final, sin embargo, fue frustrante: Cuellar nunca apareció; al día siguiente los asistentes se tomaron los refrescos sin gas; a nosotros nos reportó un compañero chismoso del salón y nos corrieron de la escuela y de pilón nuestras familias tuvieron que pagar las cocas destapadas…ah! y finalmente México fue goleado por Alemania 6-0.

Avergonzado de este acto delictivo, decidí huir de la casa y juré vengarme de esa generación de jugadores malditos. Me mudé a Monterrey y conseguí trabajo de recogebalones en el Estadio Tecnológico. Algunos años más tarde reconocí a Pilar Reyes en el equipo contrario durante un partido de futbol y me negué a regresarle un balón. Ya no recuerdo nada más porque después perdí el conocimiento y cuando lo recobré se me acusaba de haber empezado una bronca monumental en el Monterrey-Tampico la tarde del sábado anterior y todo el mundo en la sultana me quería linchar porque vetaron el estadio por quien sabe cuantos juegos. No dejaba de repetirme que todo se debía a mi enferma afición al futbol y a los rencores y actitudes equivocadas que eso genera. Finalmente estuve dos años en terapia con un psiquiatra muy reconocido en la ciudad que me recomendó venirme a vivir a Canadá.

¿Estaré curado? no quiero recaer, pero me gustaría volver a ver jugar a mis equipos de la infancia, al América, a los Pumas, a las Chivas, aunque sea al Zacatepec o a la selección, no importa que algún día la dirija Hugo Sánchez, además...
¡¡¡NO ME GUSTA EL HOCKEY!!!

sábado, 13 de septiembre de 2008

Tenemos Miedo



Es como si una corriente eléctrica nos recorriera la espina dorsal, o como si alguien de repente se llevara todo el aire disponible y nos dejara con la angustia de encontrar una minúscula pizca de oxígeno que llevarnos a los pulmones.

Ya sea una cosa u otra, el asunto es que el miedo, esa angustiosa sensación, poco a poco va cambiando de personalidad. Antes nos asustaban con el Coco, la Llorona, el Duende o el Nahuál y nos quedábamos en vela temblando ante la posibilidad de que se nos apareciera uno de esos macabros entes cuyo mayor talento era la incertidumbre de lo que serían capaces de hacer si nos portábamos mal.

El miedo también cambia de rostro dependiendo de la época y las circunstancias: para un francés de finales del siglo XVIII el terror se asociaba al sonido de la caída libre del metal en el cadalso del pueblo mientras se esperaba la lectura de la lista de los siguientes agraciados por la ruleta de la República.

Para una infortunada suripanta del lóbrego East End londinense de la era victoriana, el miedo acechaba entre la niebla nocturna cuando parecía centellear el cuchillo de un psicópata en cada nuevo cliente.

Para un judío en la segunda guerra, el miedo era representado por el sonido de las botas nazis a paso de ganso al penetrar en su barrio. Para el mundo del siglo XX, era la Guerra Fría y los barcos soviéticos camino de Cuba mientras el dedo de Kennedy pendía expectante sobre el botón rojo.

En un marco más actual cuando se piensa en miedo, se piensa en un virus en internet, en el agujero de la capa de ozono o el cambio climático, en la desertificación, en el hundimiento de las costas y en las nuevas pandemias. Muchos de los miedos actuales son inducidos al gusto del presidente norteamericano en turno y a la demanda de villanos para la industria hollywoodense. Osama y el terrorismo llegaron para quedarse por un buen tiempo para disgusto de los viajeros aeroportuarios y los cinéfilos exigentes.

Pero el hombre común no necesita a Drácula, a Frankenstein o que se le aparezca Hannibal Lecter después de tres días de ayuno para poner sus sentidos en alerta y volverse proactivo. Es suficiente con abrir el estado de cuenta mensual de la tarjeta de crédito o escuchar las noticias de Lopez Dóriga para que a nivel subtálamico se provoque una reacción subliminal que se manda a la glándula Hipófisis... entonces comienza el miedo de verdad.

Sea como sea el miedo es una necesidad humana tan importante como el dolor. Es un mensaje de nuestra conciencia que nos ayuda a identificar nuestras zonas débiles y nos urge a tomar la responsabilidad de fortalecerlas.

El miedo es muy sabio y sabe que lo necesitamos más que a nuestra propia sombra, por eso no anda en burro... camina con nosotros.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Psicoanálisis Patrio



Todo mexicano contemporáneo o posterior al 2 de octubre de 1968 tiene el compromiso con la patria de buscar una explicación pragmática a los infortunios de ese día para prevenir que no se vuelvan a repetir. Por lo que, ejerciendo nuestro derecho ciudadano, nos tomaremos la libertad de aventurar una teoría con la que pueden o no estar de acuerdo, pero por lo menos queda el consuelo de que no está influida por ninguna trillada ideologia de izquierda.

A lo mejor el problema real nunca radicó en la tan cacareada amenaza contra los Juegos Olímpicos, ni en la Conspiración Internacional Comunista, ni en que el país estaba en riesgo, ni en ninguna de todas las pendejadas que esgrimió el ciudadano presidente en sus calenturientas elucubraciones justificatorias. Si hubiera sido un poco más honesto, como todo mentiroso que se respete, habria reconocido que todo el jaleo se armó porque la atalaya mexicana que se encarga de salvaguardar la seguridad de la nación no se podía dar el lujo de ampliar los márgenes de tolerancia a la libertad de expresión ya que entonces habría que darle espacio a una invitada sumamente incómoda para el sistema: ¡La Verdad!

... y la verdad es que Diaz Ordaz estaba muy feo.

Quizás la sangre no hubiera llegado al río si el señor presidente no se hubiera tomado tan a pecho esas pequeñas bromas estudiantiles acerca de su fisonomía, es más, eran tan "de buena fe" (¿cuando han visto un universitario mala leche?) que según Krauze le ofrecían alternativas de solución que pudieron haber ayudado a resolver su problema de fealdad como "cambiar la capítal del país a Yucatán para que lo saludaran todos los días con un ‘Hola lindo’ " y así le suavizaran el carácter.

Pero también los estudiantes ya ni la friegan, si el presidente les estaba tendiendo la mano en un inicio para abrir el diálogo, ¿para qué caer en redundancias de exigirle la prueba de la parafina a la mano tendida? (si como quiera iba a dar positiva). ¿Para qué armaron tanto desmadre aquel 27 de agosto en el zócalo, haciendo sonar las campanas de la catedral y urgiéndolo a gritos de "Sal al balcón chango hocicón"? Si somos justos hay que reconocer que la petición estaba formulada en términos muy majaderos. Así nadie sale, qué diferencia si le hubieran llevado una mano de plátanos o unos costales con cacahuates por lo menos, ya con este incentivo seguro que hasta hubiera bajado.

Que conste, que no parezca que se defiende a Diaz Ordaz, la historia ya emitió su juicio, el único propósito de esta columneja frívola, pero patriótica, es hacer una reflexión sobre...

¡cuanta falta le hizo un ortodoncista a México en esa época!

Nos hubiera ahorrado muchos traumas históricos.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Azúcar y Chan Chan



Celia primero y Compay Segundo… sin embargo, no en ese orden. El orden de los decesos no altera el dolor de su partida. Compay Segundo en la Habana y Celia Cruz en Miami… la cruz fuera de Cuba es quizás más pesada. No obstante, la calidad del producto tropical no se desvanece aunque se tomen senderos distintos en la encrucijada marcada por la Revolución.

Compay Segundo y Celia primero… después Cuba entera, después Fidel y la Revolución, despues el Che y Camilo Cienfuegos, después la zafra y la vieja Habana, después Hemingway y sus delirios caribeños, después la Bahía de Cochinos y el puerto Mariel...

Hay cosas más importantes...

Primero el guaguancó y el merecumbé; primero la guaracha y el son; primero esos viejitos que le regalaron sabor a la gélida sensibilidad sajona cuando agonizaban los años noventa y cuando, en sus juveniles noventa años, florecía nuevamente el sentimiento del viejo son de los integrantes del Buenavista Social Club.

Por supuesto que hay cosas más importantes. Primero degustar un buen ron acompañado de un aromático habano; primero el fandango al ritmo de la salsa y el son; primero los mulatos y su milonga y primero la poesía caribeña del negro Nicolas Guillén. Después todo lo demás.

Y es que el alma latina necesita de los fomentos espirituales de sus ritmos para superar el dolor que le significa vivir con "las venas abiertas". Para el latino es más importante un inexistente yerberito que con falsas promesas envueltas en un sopor de alegría lo haga olvidar su destino, y no esfuerzos intelectuales diagnosticando la fatalidad del mundo globalizado al ritmo impuesto por las compañías petroleras.

¡A la chingada la guerra preventiva! Preocupa más que Burundanga, Bernabé y todo ese montón de negros desmadrosos nunca dejen de armar jaleo, porque representan más verdad que las mentiras de la CIA y las protestas en favor de la paz.

Un jaleo que empezó en Matanzas y no ha callado su ruido en casi ochenta años, que tuvo su último crescendo en las imágenes del documental de Wenders mostrándole al primer mundo como se fabrican los antibióticos musicales en los laboratorios de la inspiración caribeña.

Aunque nos han dejado en el abandono… aunque han muerto todas nuestras ilusiones…en vez de maldecirlos con justo encono… tal vez sería mejor rendirles un homenaje llorando su partida con "Lágrimas Negras" que den constancia que conservaremos el eterno recuerdo de su voz:

"... cristalino torrente cual una cascada...
... Dios te bendiga mi bien
tu voz y tu ser
que me hacen soñar".

viernes, 5 de septiembre de 2008

De Espaldas al Puerto



De espaldas al Puerto transcurre la vida de la sociedad tampiqueña que naufraga sin amarras a uno de los motores históricos del desarrollo y sustento económico de la región. Divorciada, desinformada e indiferente, se deja seducir por la idea de un ave de paso que no termina de renacer de sus cenizas en Altamira porque ni siquiera ha anidado hasta ahora mas que en la imaginación febril de la gente deseosa de encontrar la fe en el porvenir de un solo golpe.

Poco importa ahora que la ciudad haya nacido de la necesidad de los repobladores de la margen izquierda del Pánuco, que al tener que huir veinte kilómetros al norte por temor a Lorencillo, regresaron un día de abril al río en busca de entrada y salida natural de sus productos para intercambiar con el interior de la región Huasteca y el exterior del país. Ya no importa y sólo queda para la anécdota histórica la efímera gloria santanista, el alijo de los navíos en alta mar con las barcazas, el fausto porfiriano que llegó con el ferrocarril y la legendaria saga del oro negro de El Águila, y el muelle rojo de los Alijadores.

Queda claro que los antiguos habitantes rendían tal respeto a la actividad que dio origen a la ciudad, que en talasocrático reconocimiento fundaron no solamente la tradicional Plaza de Armas, donde se asientan los poderes eclesiásticos y civiles, sino que también concibieron otra, la de “La Libertad”, para que albergara el Correo y la Aduana a sólo unos cuantos pasos de los muelles del puerto, para así, con esta plaza representar el puerto fundado como corazón económico y comercial de la comunidad.

Ahora desde la Plaza de la Libertad ni siquiera se alcanzan a ver los barcos y sólo los más osados que a contracorriente bajan al mercado o suben al gastronómico llegan a tener una vaga idea de la vida cotidiana del otro lado de la barda que sirve de frontera a ese mundo paralelo, el cual vive y sobrevive en una estrecha franja de la ribera izquierda del Pánuco.

El ciudadano indiferente, por lo tanto, desconoce que en el Puerto, cuando amanece el día, con el canto de la sirena caen las bragas en los barcos, las escotillas se abren y los wincheros activan las grúas. La confronta da las últimas indicaciones a la tarja. Se posicionan los tarangos. Se aseguran las almejas. Se extiende el quinciño. Se prepara el banco. El jefe del muelle recorre los nueve delantales de operación en el Recinto, que para entonces se ha poblado de alijadores, grulleros, portaloneros y mecateros. Abigarrada multitud que obliga a las gaviotas a levantar el vuelo desde los cabos que fijan el buque a las bitas. A partir de este instante esta ciudad, adyacente y alejada de la nuestra, cobra vida de manera paralela al otro lado del muro.

Es entonces cuando los “unicornios” sacarán los rollos de acero de los almacenes y los acercarán al buque. Los montacargas llevarán las palletas a estrobar, el ferrocarril se abrirá paso junto a los muelles para que sus vagones se vacíen alimentando las almejas o se llenen de maíz con la ayuda del tarango, y los camiones se alinearán con el banco para depositar cientos y cientos de costales de azúcar. Todo esto mientras los contenedores ocupan las bases e incluso el jardín central de un antiguo parque de béisbol hasta pegar de hit en la escotilla de algún barco con rumbo de ultramar.

Con esta sincronía perfecta trabajan los engranes de una maquinaria que permite al minero en Zacatecas llevar su producto a Canadá, al Ingenio huasteco endulzar el mal genio del mundo atravesando el salado mar y a la industriosa Altamira enviar DMT, PVC y TPA a USA o quizá a la ex-URSS. O trabajando en reversa, para traer acero de Chile, mineral belga, zuecos de Holanda, guano de La Guaira, harina de pescado de Ecuador al trópico o pelets y palletas de todos colores y sabores para donde se requiera al interior de esta República.

Prodigioso en su afán, del puerto seguirán zarpando los barcos que levarán sus anclas para enfilar su proa hacia altamar, que se despedirán con el lamento de sus sirenas silbando aquel viejo tango que evoca el “…torvo cementerio de las naves que al morir sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir”, y que pensarán en regresar para evitar que la profecía de la tristeza los alcance. Vivo en sus entrañas el puerto sigue latiendo a pesar de que la misma ciudad a la que dio la vida por más de siglo y medio lo estrangula con su urbanización, no dejándolo crecer ya que en su fastidio la ofende porque hace mucho ruido o la llena de polvo. Sobrevive a pesar del puerto incómodo del norte que en lugar de complementar, compite. Se conserva altivo y emblemático sin importarle tampoco la mácula híbrida entre Mediterráneo y Art Noveau en su histórico estilo neoclásico. Y sobre todo se yergue impertérrito de cara al tiempo, sintiéndose orgulloso de la gente a la cual cobija aunque la mayor parte de esta misma gente no sepa porqué debe sentirse orgullosa de él.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Ni Tanto que Queme al Santo...



Antes de que cante el gallo acostumbramos negarlo tres veces, pero en el fondo todos hemos visto sus películas y hemos saltado de emoción cuando en una excelsa exhibición del pancracio libera al mundo de los malos. Va por la vida retando con honor lo mismo a los villanos más temibles que desafiando inmaculadamente a unos tacos al pastor con la máscara puesta.

El mito se alimenta de nuestro culto al tapado, a los encapuchados. Por eso es fácil que basados en la identidad nacional, el enmascarado de plata salga bien librado cuando lo comparamos con héroes mas cosmopolitas y menos altermundistas como el pesado de Superman (con eso de que es de acero), los maricones de Batman y Robin (con eso de que siempre andan juntos y en mallitas), la cursi de la Mujer Maravilla (con eso de que es vieja) y con tanto payaso que apoyados en potentes campañas de mercadotecnia tratan de venir a disputarle un lugar de preeminencia en el ámbito mundial.

Sin embargo, cuando creemos que hemos derrotado a la competencia, los ingleses se mantienen con un candidato poderoso el cual, alegan, también es de carne y hueso y la deuda mundial para con él es mucho más grande ya que en sus afanes como agente secreto ha desactivado complots y perversidades de color rojo y alcances universales.

Lo anterior nos obliga inevitablemente a una confrontación final: máscara (de plata) contra cabellera (de cualquiera de sus chicas) a tres caídas y sin límite de tiempo. En esta esquina de Tulancingo, Hidalgo, Rodolfo Guzmán Huerta conocido por sus devotos como "El Santo" y en esta otra de Edimburgo, Escocia, el señor Bond... James Bond reconocido mundialmente (en cualquiera de sus presentaciones: Connery, Lazenby, Moore, Dalton, Brosnan y Craig) como el agente 007.

Pero ¿cómo enfrentar a dos héroes que se mueven en diferentes escalas planetarias? se preguntará el lector. Bien, es fácil. Si analizamos los favores realizados a la humanidad seremos capaces de decidir quién ha sido realmente más útil a la misma. Por ejemplo nuestro admirado "Santo" es católico y guadalupano, mientras que Bond es mujeriego y jugador. Si bien el 007, como buen inglés, ha enfrentado a una organización criminal elitista perfectamente organizada (SMERSH o SPECTRA según sea libro o película) con nexos internacionales y tiene un pulcro biógrafo en la persona de Ian Fleming; el "Santo" no necesita de biógrafos oficiales y, en un claro ejercicio democrático, le entra a toda clase de criminales aunque sean agentes libres.

Mientras Bond no se despeina cuando combate civilizadamente con la tecnología más avanzada a Stavros Blofeld y sus tendencias nazis, a Scaramanga y su revolver de oro, al satánico Dr. No, a Goldfinger y su "Midas Touch" (a decir de Shirley Bassey), a Grace Jones disfrazada de mujer y tantos otros personajes tan rocambolescos como elegantes; el "Santo", solito y sin la PGR (¿dónde estaba Nazar Haro para darle una calentadita a los malvados?), se las arregla a punta de patadas y manazos para defender a la República de la amenaza de las Mujeres Vampiro, las Momias de Guanajuato, los zombies, los marcianos que nos vienen a invadir, monstruos clásicos como Frankenstein y Drácula (sin importarle que Mary Shelley y Bram Stoker se revuelvan en su tumba), el Hombre Lobo, el Terror de la Frontera, la Cosa de otro Mundo, el Doctor Muerte y hasta Capulina.

Ya los enfrentamos, ahora el problema es cómo decidir por alguno de los dos si los elementos de juicio de que disponemos en esta lucha cuerpo a cuerpo están igual de grotescos y absurdos en ambos bandos. No nos resta mas que recurrir a sus vidas fuera de la pantalla y es aquí donde el Santo toma ventaja cuando el pueblo favoreciéndolo se vuelca para acudir en masa a la arena coliseo, ponerla de bote en bote y volverse loca de la emoción para ver, en el ring, luchar a los cuatro rudos, ídolos de la afición: el Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Bull Dog.

Y es que lo de ídolo popular nadie se lo quita a pesar de que El Santo era un maldito y odiado rudo en su debut contra Ciclón Veloz y haciendo pareja sobre el ring junto al Gory Guerrero. Los aficionados de hueso duro y colorado recordarán esas batallas memorables contra el Murciélago para resolver un conflicto de identidad profesional, contra el Tarzán López para formar parte de su añeja leyenda, contra Bobby Banales que estaba obsesionado con desenmascararlo o contra Mike Kelly para arrebatarle el campeonato mundial. Cuando quiso quitarle lo antipático a Wolf Rubinski o cuando un, todavia, desconocido Bulldog se subió de espontáneo al ring para “surtirle su pedido” después de finalizada una de tantas caídas. También haciendo pareja en ocasiones junto al Cavernario Galindo. Esos momentos sublimes cuando le quita la máscara a Black Shadow, para sufrir después la venganza fraternal de Blue Demon o cuando tras la traición de los Espanto decide cambiar de bando y volverse técnico. Eran los dias cuando el ring se compartía con el Huracán Ramírez, el Rayo de Jalisco, el Solitario, el Mil Mascaras o Tinieblas.

...¡Ah, por cierto!, del verdadero James Bond sólo se acuerda el señor Fleming, el cual antes de morirse reveló al mundo que era mitómano y su famoso amigo un oscuro ornitólogo.

Parece evidente que la caída final y decisiva será totalmente para el Enmascarado de Plata y mientras James Bond piensa cómo disculparse y retirarse para tomar sus martinis, el público ruge una oración a voz en cuello pidiéndole a su Dios:

¡Métele la Wilson, métele la Nelson,
la quebradora y el tirabuzón!
¡Quítale el candado, pícale los ojos,
jálale los pelos...!

¡¡¡¡SÁCALO DEL RING!!!!

martes, 2 de septiembre de 2008

¡Ajúa!



"Por mi raza hablará...el Piporro"
Jaime López

Cuando Eulalio González Ramírez escribió sus “Memorias” a guisa de “Anecdotaconario” y que él mismo bautizó como una “Autobiagr...ajúa”, le pidió a su amigo Germán Dehesa que escribiera el prólogo de su obra. El agudo periodista, para describir la personalidad del comediante norteño, trabajó con una idea basada en el Gato de Cheshire, aquel personaje que inventó el escritor victoriano Lewis Carroll para poblar el mundo de las maravillas de Alicia.

El mentado gato, para aquel que no haya tenido la fortuna de conocerlo de niño o a través de sus hijos, sonríe con tal convicción que cuando se aleja, su sonrisa queda grabada de manera indeleble en el ambiente como testimonio de su presencia. Nada más acertado para describir a alguien como El Piporro. Nadie podría negar tampoco que Piporro era uno de esos personajes a los que se refería Luigi Pirandello. El personaje en busca de autor encontró su simbiosis perfecta en Eulalio González, quien terminó de vestirlo con ritmos de polka, filosofía de Güemez, sombrero, bigote y cuera. Pero la comunión entre personaje y actor se da a instancias de la propia gente que desde el momento en que su eterno ídolo se los presenta como su escudero y mentor se niega a divorciar la imagen del cómico con aquel tipo dicharachero y decidor.

Piporro llegó al cine con Martín Corona y cuando Martín Corona se marchó para mutarse en cualquiera de tantos otros personajes clásicos para los mexicanos, el Piporro quedó atrapado en el corazón de la gente que no le permitió cambiar de personalidad, si acaso rejuvenecer un poco para convertirse en “El Rey del Tomate” o subirse a “La Nave de los Monstruos” y volverse un “Héroe a la Fuerza”, cuando fue el Párpado Caido y un psiquiatra orate lo trataba de rescatar del mal del sueño mediante un atinado diagnóstico, "¡Hijo de Morfeo! te 'chacualearon' las meninges en forma tal, que el 'traumatazo' recibido hace tan difícil tu recuperación".

!Haiga la cosa! El Piporro no se pasea más por las chulas fronteras, pero al igual que el Gato de Cheshire ha dejado su sonrisa flotando entre nosotros y cuando recurrimos a esa media luna horizontal que es su espíritu para preguntar por nuestro amigo, la sonrisa del gato nos explica una y otra y otra vez, provocándonos una sonrisa nueva con las mismas viejas historias, que mientras Agustín bajaba y bajaba a caballo... Gumaro se murió pa’siempre debido a un error de perspectiva... y mientras Agustín seguía bajando... nos hace envidiar la suerte de Rosita que de los tres tiros que le dieron nomás uno era de muerte... nos describe como blanqueaban los cerros de puros encalzonados (bueno blanqueaban los que traiban, los que no, pus nomás negreaban)... descubrimos la cruda verdad de los orígenes tras la voz de terciopelo del oriundo de Río Bravo, Natalio Reyes Colás (que nomás cruzando la frontera se convirtió en Nat King Cole)... nos hace soñar con los Ojos de Pancha... y mientras nos desgrana mil historias más...

¡Que sopor y que bochorno!... Pero uno no puede dejar de reir.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Antítesis



Los planes de estudio en los centros de educación superior estimulan muy poco el placer de la investigación. Una gran mayoría de los estudiantes universitarios se decide por relegar la modalidad de recibir su título por medio de la escritura de una tesis. Los pocos alumnos que al final deciden emprender el largo y sinuoso camino de la investigación para presentar un documento de esta naturaleza, pisan tierras desconocidas y terminan su trabajo como Dios, y algún pésimo maestro de metodología de la investigación, les dio a entender.

Esto se viene a poner en evidencia al final del programa cuando se realiza una incendiaria evaluación del grado de eficiencia terminal donde se mide la cantidad de egresados que alcanzan a culminar sus estudios con la obtención del grado correspondiente al programa que cursaron y que generalmente arroja resultados decepcionantes. En otras palabras estamos hablando de un ejercicio estadístico diseñado para dividir a la población estudiantil de cualquier universidad en dos grandes grupos: los holgazanes indolentes y los que vienen al caso, donde los primeros ganan en la mayoría de los casos por blanqueada.

Pero no hay que hacernos una idea equivocada de la actitud del tesista malogrado, lo que en realidad sucede es que al terminar sus cursos regulares y comenzar su trabajo de investigación, muchos estudiantes se ven atacados por un extraño virus psicológico que provoca una especie de Sindrome Garciamarquiano que se traduce en "Cien Años de Soledad" escribiendo la "Crónica de una Muerte Anunciada" con la esperanza de "Vivir para Contarla" y que termina atrapando al tesista en su laberinto, de manera tal que el atolondrado estudiante es incapaz de manejar sus inseguridades durante el desarrollo de su investigación y termina jugando "al enmascarado" con tal maestría que uno termina confundiéndolo con Tinieblas o Mil Máscaras.

Pero, ¿qué es lo realmente difícil de todo este trance?, por principio de cuentas no es la investigación en sí misma, porque en el peor de los casos, si se tiene la desvergüenza suficiente y no se dan cuenta, te la copias construyendo un collage de plagios parciales o se la vuelas a algún zonzo compañero para presentarla primero. La dificultad tampoco tiene que ver con los pequeños detalles que rodean el desarrollo de la tesis (cuando no hay un compañero pazguato a quien robarle los datos), como es el de enterrarse abajo de cien libros, leer todos los journals que caigan en tus manos o soportar las tediosas horas de trabajo en el laboratorio. Lo que al final es verdaderamente dificil son las vueltas de tuerca psicológicas que encierra el proceso, por lo que en la Vía Dolorosa de la investigación, como diría Tin Tán, "la cruz no pesa, lo que calan son los filos". Y estos filos generalmente calan en forma de falta de dinero, tecnología limitada y bibliografía insuficiente, características todas que pueden considerarse un común denominador en las instituciones de educación superior de la localidad.

Las autoridades administrativas de las universidades deberían redefinir la satanización de la palabra "tesis" o "investigación" apartando las espinas del camino del aspirante al grado promoviendo más intensamente la cultura de la investigación desde los semestres tempranos en todos sus programas y proveyendo de más y mejores recursos de consulta y aplicación de tecnología. De tal forma que la tesis deje de representar al enemigo a vencer y se convierta en un agradable compañero de viaje.

Enemigos Intimos



¬ ¡Qué nos devuelvan el Chamizal!
¬ Oiga amigo, pero si ya nos lo devolvieron
¬ Sí, pero yo soy gringo

Eulalio González “Piporro”


Ahora resulta, según Jeffrey Davidow, que Estados Unidos es como un oso que de vez en vez se acomoda causando ciertas molestias al puerco espín que vive en su patio trasero (esto último es cortesía de Aguilar Zínser). Estados Unidos no es ningún plantígrado de talante bonachón ni México el quisquilloso animalejo que saca las espinas a la primera señal.

Eduardo Galeano brinda en su obra suficiente evidencia para desconfiar de cualquiera de los regímenes imperialistas como el estadounidense de las últimas décadas o el británico de la era victoriana. Y México lo sabe muy bien.

Más que complejo patriotero del mexicano, la desconfianza hacia los hijos de Miss Liberty está plenamente justificada en la historia patria cada vez que recordamos las andanzas de Poinsett, el "honor" de la visita de Winfield Scott, las redes para pescar en río revuelto que envió Wilson a Veracruz a principios de siglo y más recientemente cuando vemos la cerca infamante en la frontera que emula un patético muro de Berlín recordándonos cual es la verdadera consideración del mexicano ante sus ojos...

...pero después de todo somos amigos ¿no?...

¿Han oído alguna vez la historia del alacrán que quería pasar el charco y le pidió ayuda a la ranita? Ésta en un principio se negó explicándole que temía que a medio camino el alacrán la picara. El alacrán indignado replicó que eso era imposible, que él estaba consciente que le estaba haciendo un favor y que por supuesto no le haría ningún daño. Eso era lo moralmente correcto.

La ranita accedió, se echo al alacrán a cuestas y se dispuso a cruzar el charco, a la mitad del camino sintió el aguijón del alacrán avisándole que se había equivocado al confiar en su amigo. Al volverse para buscar una explicación el alacrán se justificó:

¬ Perdóname. Es mi naturaleza

En la última década se han estrechado los lazos de cooperación entre los alguna vez vecinos distantes en materia de comercio, seguridad, derechos humanos, combate a las drogas. Pero por mucho que nos parezca idílico nuestro romance con los vecinos es bastante sano mantener la desconfianza en cierto grado hasta no estar seguros que la lectura de los tiempos nos autoriza a confiar un poco más. Al final de cuentas, después de revisar los hechos, es claro que quien no tiene autoridad moral para mirarnos a los ojos ni pontificar sobre nuestra actitud hacia su política son ellos y conste que esto no es un asunto de sociedad contra sociedad, sino de intereses políticos y asuntos de poder.

Por lo pronto debemos seguir desconfiando...

...está en nuestra naturaleza.