miércoles, 18 de marzo de 2009

Plata o Plomo



En su recuento de los hechos, Mark Bowden establece que Matar a Pablo se hizo realidad para los Estados Unidos poco después de La Caída del Halcón Negro en la segunda mitad del año de 1993. El cadáver acribillado del rey de la cocaína sobre el tejado de una casa en el barrio de Los Olivos fue el punto final para una historia que comenzó un par de décadas atrás y que convirtió a Medellín en el centro de poder del criminal mas poderoso del mundo: Pablo Escobar Gaviria.

En la década de los setenta, el sector de la sociedad norteamericana que se inclinaba por el consumo de las drogas dejó de lado la mariguana y comenzó a demandar cocaína. Pablo Escobar, que había comenzado su carrera delictiva como ladrón de lápidas, pronto vio en esto un área de oportunidad para obtener enormes ganancias y se convirtió en el principal proveedor de coca y en el líder de un poderoso cártel cuya base se hallaba en la ciudad de Medellín, en el departamento colombiano de Antioquía. Al poco tiempo Escobar dirigía un imperio plagado de castillos construidos con arena blanca e idolatría popular y habitados por la sangre y el terror.

Para los pobres de la ciudad Pablo Escobar era simplemente “El Patrón”. Un patrón que veía por ellos cual Robin Hood contra los abusos de los poderosos. Un patrón que siempre tenía abiertas las puertas de su casa para ellos. Una casa que en realidad era una finca enorme, la Hacienda Nápoles, en cuya entrada se posaba la avioneta con la cual realizó su primer viaje de negocios a los Estados Unidos y que tenía un enorme zoológico al interior que podía visitar cualquiera que viviera o estuviera de paso por Medellín. Era tanta la popularidad de Pablo entre la gente del pueblo que a principios de la década de los ochenta llegó a ser elegido representante sustituto en el Congreso de la República. En esos momentos él se veía a sí mismo como la versión colombiana de su ídolo, el revolucionario mexicano Pancho Villa.

El Cártel de Medellín había impuesto desde el comienzo una ley en el lugar que se exportó a toda Colombia, la cual ofrecía la disyuntiva inapelable de plata o plomo para todos los oficiales de policía, funcionarios de justicia y soldados del ejército: “o tomas el dinero o te mueres” era la oferta irrechazable para quien tuviera que negociar con ellos. Algunos se rehusaron a hacerlo como el Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla o el candidato presidencial, Luis Carlos Galán y el cártel les pasó la fatal factura.

La administración del presidente Reagan había calificado a los cárteles colombianos de la droga como un peligro inminente para la seguridad nacional y les había declarado la guerra a mediados de los ochenta. Tom Clancy tomaría la declaración de Reagan (A Clear and Present Danger) como título para una de las novelas de su famoso agente Jack Ryan, que en el cine sería encarnado por Harrison Ford en 1994 y en la cual combatía a un villano inspirado en el famoso narcotraficante colombiano. Con la intervención de los Estados Unidos en la caza de narcotraficantes en Colombia, Pablo Escobar y los jefes de los diferentes cárteles unieron fuerzas y fueron capaces de financiar a un comando terrorista, el M19, el cual tomó el Palacio de Justicia en noviembre de 1985 para exigir la revocación de los convenios con el gobierno americano: “preferible una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos”. El Congreso cedió. Virgilio Barco, presidente entrante lo ignoró y renovó los tratados. Esta vez la inteligencia militar norteamericana instalaría una central en Colombia llamada Centra Spike.

Debido al asesinato de Galán en 1989, a veces equiparado con el de Eliécer Gaitán en los cuarenta, César Gaviria se vio de pronto en la primera magistratura y lo primero que enfrentó fue aquella Noticia de un Secuestro que se le repitió una y otra vez por todo el país y que tiene a Gabriel García Márquez como su mejor relator. Como medida de presión hacia el gobierno para hacerlo desistir de firmar un tratado de extradición con los Estados Unidos de los peces gordos de la droga, Pablo Escobar diseñó una ola de secuestros que tenían como blanco miembros de familias ricas y ligadas al poder en el país. Con este acto comenzó a perder popularidad entre las masas que antes de eso lo idolatraban como a un héroe nacional.

Gaviria entendió que debía de negociar y lo hizo. Aceptó que Escobar construyera su propia prisión, una fortaleza llamada “La Catedral” en los alrededores de Medellín y que escogiera sus guardias y compañeros de celda. El capo muy dócilmente respetó el trato con el gobierno confinándose en las lujosas instalaciones de su moderna y confortable prisión, desde donde siguió dirigiendo su imperio sin mayores molestias. Fue precisamente esa charada la que los Estados Unidos forzaron a desmantelar al presidente Gaviria y Escobar presintiéndolo se escapó por los pelos de un traslado a una cárcel formal del gobierno. A partir de ese momento empezó una de las cacerías mas descarnadas de la historia del crimen en la cual participaron Centra Spike, Delta Force, la DEA, la CIA, el comando especial denominado Bloque de Búsqueda y el ejército nacional colombiano. Además de una coalición de grupos delictivos enemigos liderados por el cártel de Cali y conocidos como los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar).

El último año de la persecución los aviones de Centra Spike patrullando el cielo de Medellín en la busca de señales de radio que dieran con el paradero de Pablo se habían vuelto parte del paisaje. Por tierra el Bloque de Búsqueda del coronel Hugo Martínez llegaba siempre segundos tarde, mientras que los Pepes brindaban una ayuda que desde el gobierno nadie les había pedido, pero que en el fondo agradecían, eliminando a todos los integrantes del cártel escobarista que se cruzaban en su camino. La fiera estaba acorralada. Alma Guillermoprieto reportaba desde el New Yorker que el imperio de Pablo Escobar poco a poco se iba desmoronando. Hasta que el día final llegó el 2 de diciembre de 1993, fecha en que el Bloque de Búsqueda llegó finalmente a tiempo para hacerlo bailar una danza mortal cuando intentaba escapar pistola en mano de su última guarida.

Han pasado muchos años y todavía no se acaba el funeral de Pablo Escobar. Las paladas de tierra que los medios de comunicación siguen arrojando sobre su tumba han servido para revelar muchos de los vergonzosos engranes que han servido para su supervivencia a la clase política colombiana de las últimas décadas. Poco después de concluida la caza de Escobar, Joe Toft, responsable de las operaciones de la DEA en Colombia en esos años, dejó un dardo envenenado en la prensa al hacer pública la existencia de dinero del Cartel de Cali en la campaña presidencial del siguiente presidente colombiano, Ernesto Samper. Más recientemente la periodista y amante del narcotraficante, Virginia Vallejo, en su libro Amando a Pablo, Odiando a Escobar ha abierto la polémica sobre las implicaciones con el narco que, en su pasado político, tuvo el actual presidente Álvaro Uribe.

Después de Pablo Escobar a Medellín solo le quedó la resaca de una orfandad violenta e incoherente que Fernando Vallejo describe con toda crudeza en La Virgen de los Sicarios, pero mientras la sombra de El Patrón se irguió sobre la ciudad al resto de Colombia solo le quedó el plomo para negociar con un hombre que en vida tuvo la plata suficiente para comprar a todo un país.

jueves, 5 de marzo de 2009

Cambridge los Viernes



Esta vez quería hablarles de mis visitas a Cambridge los viernes y particularmente de las bellezas de la histórica ciudad. Sin embargo, me ha dado cuenta que después de 15 visitas durante el año todavía no conozco Cambridge. La razón es que la oficina de mi supervisor está a solo dos cuadras de la estación de tren y cuando termino el turno al atardecer, ya no le encuentro sentido a caminar, con la laptop a cuestas, hasta el centro porque en primer lugar todo está cerrado y en segundo lugar los trenes de vuelta se van espaciando mas y mas y si pierdo el que sale a una hora en particular me tengo que esperar otra hora al siguiente y termino llegando a Guildford a media noche.

Antes de empezar las visitas académicas regulares este año había estado un par de veces en la dichosa ciudad. La primera un domingo que unos amigos mexicanos me invitaron y fue cuando recorrí lo poquito que conozco y que se trato de ver todo lo que se puede ver en una tarde. La segunda vez fue el año pasado, poco antes de hacer mi Examen de Transferencia, tuve que ir a recoger mis correcciones porque Gugs (mi supervisor) había salido del país por cosas de trabajo y no iba a ir a Surrey hasta el día de mi Viva, mientras tanto yo tenia que enmendar el documento. Así que ese día con todo el dolor de mí corazón pagué las 45 libras que cuesta el pasaje (sin que me lo reembolsaran los de la escuela) y me subí al tren con toda la mala intención de desquitar el dinero del pasaje visitando lo que me había faltado visitar en la primera ocasión.

Todo hubiera salido muy bien y ahora sería un buen guía de turistas por Cambridge sino hubiera sido por Alikhan. Y como ya se que se estarán preguntando quien es Alikhan se los voy a decir. Alikhan era un compañero de la escuela que trabajaba con Gugs, era algo así como “su pequeño saltamontes”, una especie de mano derecha combinada con aprendiz. Muy introvertido, era de donde es Borat (Kazajistán o un lugar de esos, que por cierto me cuide mucho de nunca hacerle una broma al respecto), que usaba lentes y se acababa de casar con una muchacha también de Kazajistán, también muy introvertida... y que también usaba lentes.

El asunto es que cuando Alikhan iba con Gugs de visita a la Universidad de Surrey había que estarle sacando las palabras con tirabuzón y casi arrastrarlo hasta donde se juntaban los demás compañeros para que socializara. Así que ese día que fui a recoger mi Transfer Report, cuando me dijeron que era Alikhan el que me lo iba a dar hasta me dio alegría porque significaba que no iba a perder mas de 15 minutos en la oficina donde trabajan e iba a tener el resto del día para visitar lo que me faltaba de Cambridge y justificarle a mi bolsillo las 45 libras empleadas en el viaje. Pero ese día no se si habrá habido luna llena la noche anterior porque Alikhan parecía cotorra recién bañada. Desde que me recibió se soltó plática y plática hasta que yo desesperado, después de ver que el reloj no interrumpía su marcha y el día se me estaba yendo sin poderme ir a visitar el pueblo y por no parecer grosero insinuándole que había cosas mas interesantes que hacer en Cambridge que estar charlando con él sobre modelado hidráulico le solté, sin pensar, una mentirilla piadosa.

¬ Me vas a disculpar Alikhan pero me voy a retirar porque tengo que regresar a Guildford temprano.

¡Nunca hubiera abierto la boca! Hasta ese momento, Alikhan, nada mas había estado parlanchín, pero ahora le dio por ponerse muy atento y cortés e insistió de manera irrefutable en acompañarme a la salida porque tenía que ir a comprar su lunch. Yo atrapado en mi mentira le dije que si porque pensé que me iba a deshacer de él nada más saliéramos del edificio. Pero eso no sucedió. Alikhan compraba su lunch en el Marks and Spencer que está en la estación del tren. Nos paramos enfrente de la tienda y lo quise despedir diciéndole que me iba a ir metiendo a los andenes para que no se me fuera el tren. Mi plan en esos momentos era que Alikhan se metiera al Marks and Spencer a comprar su comida y yo traspasar los molinetes (algo que nada mas puede hacer la gente que tiene boleto comprado), hacerme tonto unos diez minutos hasta que lo viera salir de la tienda con su baguette en la mano camino de vuelta a su oficina y entonces salirme de la estación del tren y visitar por fin el centro de Cambridge a mis anchas (y sin pegostles). Con lo que no contaba fue que los tableros que anuncian las salidas de los trenes están a la vista de todos y apenas hube mencionado que iba a buscar un tren en los andenes para irme, Alikhan volteó a ver el tablero y, para mi mala suerte, descubrió un tren que estaba a punto de salir.

¬ Pero hay que apurarse ¬ me dijo sin que yo me lo esperara.

Y agarrándome del brazo me arrastró junto con él hasta los andenes (iba con tal determinación que se pasó por los molinetes hasta el andén y el guardia no le dijo nada) y antes de que yo tuviera conciencia de lo que realmente estaba pasando, aterricé de panza en el interior de un vagón que estaba a punto de partir y vi como Alikhan se despedía desde el andén y finalmente se daba la vuelta para ir a comprar su bendito lunch.

Cuando Alikhan se perdió de vista en el área de los molinetes y yo trataba de explicarme que había pasado conmigo y checar si traía conmigo todas mis cosas, mi Transfer Report, mi reloj y mis llaves, en ese momento una voz me sacó de mis cavilaciones:

¬ Welcome aboard the Service Train to Glasgow. This is the train to Glasgow. Calling at Glasgow ¬ al tiempo que sonaba el primer timbrazo de la alarma para que se cerraran las puertas y el tren se empezara a mover.

Fue cuestión de segundos el reaccionar y saltar de nuevo del vagón al andén antes de que se trancaran las puertas y el tren iniciara su marcha sin paradas rumbo a Escocia. Esa pudo ser mi última oportunidad de agradecer a la fatalidad y verme otra vez en posibilidad de estar libre de gente solícita y de las urgencias del viajero para visitar de una vez por todas el centro de la ciudad y digo pudo ser sino fuera porque a mis espaldas oí una voz muy familiar que me decía.

¬ Rápido Juan Carlos, cuando iba de salida me di cuenta que te habías subido al tren que no era. ¡Menos mal que llegué a tiempo!

¬ Si ¡Menos mal! ¬ repliqué desolado, sintiendo que el mundo se me derribaba encima de nuevo.

Esta vez ya ni me defendí. Convencido que visitar el centro de Cambridge no era algo que los dioses tuvieran destinado para mi ese día, yo solito y por mi propio pie me subí al tren a Kings Cross y mientras el tren se alejaba del andén, por la ventana me despedí con la mano de Alikhan que había esperado para dar un reporte detallado hasta el último minuto a Gugs de mi visita con una sonrisa de satisfacción por el deber cumplido en el rostro. Yo por mi parte, no me quedó otra cosa que hacer que agradecer sus finas y excesivas atenciones, diciendo por lo bajo:

¬ ¡Pinche Alikhan!

Después de incidente he vuelto a Cambridge por mis juntas de trabajo oficiales de los viernes durante este año, pero jamás me he sentido tentado a escaparme otra vez a pasear por la ciudad. Llego a las 10 o 10:30 y me estoy trabajando bajo la supervisión estricta de Gugs hasta las 6:00 o 6:30, hora en que camino dos cuadras de vuelta a la estación y tomo el tren de regreso a Guildford. Espero que cuando termine el doctorado pueda finalmente hacer un recorrido a mi placer por el centro histórico y les pueda contar entonces de mis impresiones acerca de Cambridge. Aunque tenga que ir disfrazado para que no me reconozcan Gugs o Alikhan y se me aparezcan para echarme a perder otra vez los planes.