miércoles, 8 de octubre de 2008

In Memoriam




Siempre que salía con María a tomar un café, para descansar de la rutina diaria en el campus, me gustaba pedirle: “Préstame tus ojos. Quiero que me cuenten que han visto”.

Y siempre me contaban las mismas historias, pero, a pesar de la repetición, me gustaba escuchárselas decir una y otra vez, porque indefectiblemente había un detalle nuevo en ellas cada que volvían. Así fue como viajaba con ella cada vez que aceptaba a mi imaginación como pasajera en el tren de sus recuerdos… y viajábamos juntos sin alejarnos un solo centímetro de la mesa del café. Y me guiaba por la ruta de la casa de Ocumare de la Costa, de los bailes de la abuela cuando los años dorados de Pérez Jiménez, de Jeb y Tailandia, de Eduardo y los jueves de Salsa, de París y el Quay D’Orsay, de aquellos carnavales en Caracas, de Billo y la música de sus nostalgias, de sus viajes a Maracay y La Guaira y de las navidades con su familia en Venezuela llenas de risas y llantos, de Madame Bovary en francés, de su amor platónico por Madrid y por Serrat, de Liliana y esa peligrosa complicidad femenina que siempre terminaba en fiesta, de ese laberinto de papel, llamado Biblioteca, que exploraba diariamente junto a Salim, Monse y Paula, de su colaboración con Zertache para diseñar los planes generales de limpieza en Hazel Farm, del Arauca Vibrador y de esos libros que me regalaba y que hablaban del llano de “Doña Bárbara” con las “Lanzas Coloradas” desfilando entre sus “Casas Muertas”.

Todavía lloraba cuando alguien cantaba “Ansiedad” y las historias de Cri Cri le devolvían los recuerdos de su infancia. No paraba de viajar por cuanto lugar se le pusiera enfrente y nadie que osara atropellar el buen orden de su entorno se salvaba de un regaño.

Más de una vez me dijo: “No pierdas tu tiempo. Si quieres a alguien díselo, si algo no te gusta no lo hagas, y sobre todo acuérdate siempre que este día que estas viviendo es el mas importante de todos y repítetelo todos los días”.

Al igual que ustedes, hoy no me quedan mas que mis ojos para mirar el mundo exterior y lo percibo mas grande y mas vacío que ayer. Pero cuando me detengo en su recuerdo me doy cuenta que la única imagen que guardo de ella es de cuando compartíamos algo con sonrisas o estaba ahí para apoyarme en los momentos difíciles y hacerme entender que la vida vale la pena vivirla si y solo si tienes la firme intención de ser feliz y atesorar lo positivo que ella te ofrece y es entonces cuando comprendo que me dejó un regalo invaluable… le regaló ojos a mi alma.

Perdón por robar un poco de su tiempo con esta reflexión tan larga pero, al igual que todos, la extraño mucho y no sé como compartirlo.

Que Dios la bendiga.

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