viernes, 19 de diciembre de 2008

Un Buen Soldado Checo



Al poco tiempo de haber detonado la pistola de Gavrilo Prinzip en Sarajevo, los perros en Praga ladraron de alegría por las calles de la ciudad. Y es que el buen soldado checo se apuraba a alistarse en el ejército de Su Majestad Francisco José de Habsburgo para ir a combatir en el frente oriental en el inicio de lo que sería la Primera Guerra Mundial.

Devoto de su país y fiel súbdito de Su Alteza Imperial, el buen soldado checo se presentó ante la autoridad competente con todas sus credenciales a la vista. Principalmente con el certificado médico que lo declaraba oficialmente un soberano idiota y del cual parecía sentirse muy orgulloso. Los oficiales a cargo del reclutamiento en el ejército austro-húngaro pensaron que se encontraban frente al clásico caso del soldado que trata de evadir sus responsabilidades pasándose de listo y de cualquier manera lo incluyeron en la tropa. Tiempo habría, más pronto que temprano, para que se arrepintieran de su arrogante deducción.

Pero no culpemos solamente al buen soldado checo de las caóticas situaciones que provocó en el ejército una vez enlistado y que ¿quien sabe cuanto habrán influido en realidad a que Austria-Hungría perdiera la guerra?... Debe haber responsabilidad compartida con sus jefes inmediatos. El primero de ellos, Otto Katz, era el capellán de la tropa y rendía el mismo culto al vino de consagrar que al de los gentiles. Ni siquiera se dio cuenta cuando, borracho como una cuba, perdió a su secretario jugando a las cartas con el Teniente Lukas. Lukas por su parte era un donjuán y con la ayuda del buen soldado checo lograba llevar sus conquistas galantes a buen fin y también…

… logró que lo destinaran al frente de batalla.

No es que Lukas no fuera patriota, pero había que reconocer que se estaba más cómodo y seguro haciendo trabajo de escritorio y persiguiendo faldas que jugándose la vida con los rusos. Es mas, daba tan buena imagen ser oficial del ejército que, para ser mas contundente entre las damas bohemias, se le ocurrió que, aparte de su uniforme, pasear con un perro fino le daría un aire simplemente irresistible y así se lo sugirió a su nuevo asistente. El buen soldado checo, afanoso por complacerlo, recurrió a su antiguo oficio y le consiguió un ejemplar envidiable con el cual Lukas no podía contener su vanidad al pasear por la ciudad y atraer así las miradas de todo el mundo. Lo malo de atraer las miradas de todo el mundo fue que también atrajo la mirada del dueño del perro que resultó ser un superior en el mando de su división y en vez de ganarse el corazón de alguna fémina, se ganó que lo mandaran de castigo a esquivar balas. Y es que quedaba pendiente comentar que el antiguo oficio del buen soldado checo era contrabandear perros en Praga.

Después vino la Anábasis del buen soldado checo que, habrá que reconocer, fue bastante menos épica que la de Jenofonte y sus Diez Mil. Quizá con tanta contrariedad que le provocara con su incompetencia, el teniente Lukas pudo haber estado plenamente justificado de abandonar dolosamente a su ayudante en la primera estación de tren que pudo y desparecer de inmediato con todo y la tropa en la esperanza de que alguna autoridad militar descubriera a nuestro personaje y lo ejecutara por desertor. Y aunque oportunidades para esto no faltaron, ni razones tampoco, el caso es que todos los militares a los que el buen soldado se fue encontrando en su camino quedaban tan avasallados por su disposición a sacrificarse en aras del imperio (y sobre todo por su docta estupidez) que se lo fueron pasando como papa caliente hasta que lo regresaron con su regimiento, que a la sazón estaba acantonado en Budejovice, provocándole un soponcio al teniente Lukas, una vez que lo vio de vuelta sano y salvo reportándose humildemente, al tiempo que hacia el saludo marcial.

De Budejovice hacia Galitzia el buen soldado checo marchó con su tropa, la onceava compañía, atravesando Hungría. Al mando de la compañía se encontraba el teniente Lukas y el capitán Sagner como su inmediato superior a cargo del batallón. Por encima de todos y a la cabeza de la División tenían al coronel Schroder que tenía la no muy envidiable labor de coordinar a todos esos personajes que si en algo se identificaban era en el poco entusiasmo que sentían en dejarse matar por los rusos en nombre del emperador. Con la digna excepción del cadete Biegler, el resto de la tropa consumía el tiempo en actividades muy poco castrenses. Así, el sargento mayor Vanek que se la pasaba jugando a las cartas y cuidando que Baloun no se comiera los víveres del resto, y Marek que encargado de escribir la crónica del batallón se la pasaba inventando tonterías acerca de lo que de gloria futura les deparaba el destino a cada uno de los integrantes de la compañía incluidos el cascarrabias del teniente Dub y el telefonista Chodounsky.

Pero la armonía de grupo se rompió el día que al buen soldado checo se le ocurrió probarse el uniforme que un soldado ruso había dejado abandonado en el campo. Resultó que al tiempo que nuestro personaje se enfundaba en traje enemigo una patrulla amiga pasó por ahí y lo hizo prisionero de guerra. Cuando el buen soldado checo logró convencerlos de su error (suyo y de ellos) y de que lo devolvieran con su tropa, ésta ya estaba en el umbral de la acción frente a los rusos. Y antes de saber si nuestro liante amigo pudo contagiar con su caos circundante las líneas enemigas sucedió algo inesperado… Jaroslav Hasek murió.

Jaroslav Hasek comenzó a escribir “Las Aventuras del Buen Soldado Svejk” poco antes de su muerte con un plan inicial que contemplaba un total de seis libros de los cuales solo terminó cuatro antes de que la tuberculosis lo llevara al cementerio del pueblito checo de Lipnice nad Sázavou, dónde vivía, el 3 de enero de 1923. El buen soldado Svejk es un personaje que está inspirado en la propia vida de Hasek, el cual es descrito por sus biógrafos como el vivo retrato del artista bohemio y no solo por haber nacido en esa región de la Europa Central sino por sustentar una personalidad desordenada e irresponsable pero poseedora de un talento innegable.

Inspiradora a su vez de personajes tan clásicos, como Yossarian en “La Trampa 22” o Beto el Recluta en las tiras cómicas, “El Buen Soldado Svejk” retrata por primera vez al soldado desprovisto de ese fervor nacionalista y de ese deseo romántico de entregar su vida por la causa de su país. Al igual que los personajes de Heller y de Walker, los personajes de Hasek, principalmente Svejk, no sienten la más mínima atracción por la gloria que les espera, se dejan llevar por la rueda del destino, con sobrada resignación, vulgarizando (sino que humanizando) la imagen de la guerra ante los ojos del lector. Sergio Pitol y Milan Kundera aplauden este efecto que a largo plazo detonará socialmente a la Checoslovaquia de finales de la era comunista ayudando a precipitar la caída del régimen.

Gracias a la intervención del ilustrador Joseph Lada la obra fue publicada después de la muerte de su autor y se convirtió en el primer bastión de la literatura universal del siglo XX en contra del militarismo. En los años cincuenta Karel Steklý realizó la adaptación mas fiel de la obra de Hasek, en donde hasta los actores parecen haber salido directamente de las ilustraciones de Lada dando vida así a uno de las joyas del cine checo. En la película Steklý debe resolver de manera convincente ese reto que dejó a los realizadores la muerte prematura del autor que es el de brindar un final consistente a la calidad del relato y al director no le tiembla la cámara para mostrar a un Svejk de pie en medio del bombardeo enemigo sobre su campamento con esa misma actitud de desinterés idiota, que siempre mantuvo a lo largo del relato, por las cosas importantes en las que los grandes líderes nos involucran para justificar sus mezquindades.

Algunas veces las sociedades debieran seguir el ejemplo de este soldado gordito y bonachón... ¿quién quita y les pase lo que le pasó a la Checoslovaquia de los años ochenta?... cuando adoptando una actitud indiferente a la propaganda oficial y siguiéndole la corriente a los poderes fácticos, sin descuidar los intereses propios, fue capaz de transformar un sistema que ya no le era útil y dio paso a una nueva primavera para su gente.