domingo, 17 de enero de 2016

Crónicas de Familia


La familia perfecta tiene que ser necesariamente disfuncional. Las demás no existen. Cuando pienso en la mía, con unas tías muy adorables pero llenas de prejuicios que, junto a don Susanito Peñafiel y Somellera no alcanzaron a subir al Ypiranga, liderando una de las ramas de mi árbol genealógico y por el otro lado toda una galería de personajes dotados de cualidades suficientes para recrear las películas de Pedro Infante con todos sus excesos no puedo evitar esbozar una sonrisa. Pero, a pesar de todo lo que se adivina, le doy gracias a Dios… me pudo haber ido peor.

Y es que en mi caso, parientes y colombroños pertenecemos a una de las infinitas variantes de ese colectivo delirante conocido como la familia mexicana. Aquí es justo categorizar a las familias por el gentilicio. Pareciera un recurso chapucero pero no lo es si tomamos en cuenta que en realidad la comunicación interna de la familia nuclear y tribal está condicionada por la cultura de cada país. De esta manera la mexicana sería una de las tantas posibilidades de la familia latinoamericana.

Después de identificarla estaría la manera de narrarla. Presentarla en sociedad, idealizarla o padecerla depende mucho de la pluma del cronista y su intención en el retrato. Siempre es más atractivo y luminoso para una primera aproximación documentar el desconcierto de la historia sin fin con humor, porque hay autocrítica y si hay autocrítica hay esperanza. En Latinoamérica hay dos exponentes magistrales de este registro aparentemente antípodas: German Dehesa y Fernando Vallejo. Uno como el Ángel de la Noche y otro como el Anticristo. Uno mexicano y otro colombiano. Uno que nos comparte sus pequeños naufragios domésticos y el otro que hace una demolición total de la idea del clan y su estirpe.

En relación a la familia mexicana, la dedicatoria que hace German Dehesa en su libro La Familia (y otras demoliciones) publicado en 2003 por Editorial Planeta no tiene desperdicio:

Este volumen de mis memorias reprocesadas está dedicado a la familia. En particular, a una de sus variedades más virulentas y nocivas: la familia mexicana. No les digo nada nuevo (salvo que este libro se traduzca al polaco) si les comento que la familia azteca es montonera, metiche, irrespetuosa, triturante, mafiosona, poco afecta a la democracia, prejuiciada, belicosa, mitotera, apapachona, solidaria hasta la infamia, fiestera, ritualista, machista y divertidísima. Los integrantes de estos apelmazados clanes viven y mueren convencidos de que su familia es única, mejor que cualquier otra, depositaria de las esencias nacionales, con antepasados oscuros pero admirables, pobres (o ricos o de clase media), pero muy honrados. Para decirlo con voz de mis tías: decentes, decentes, solo quedamos nosotros”.

A pesar de que son solo dos los libros de German Dehesa dedicados exclusivamente a la crónica familiar, No Basta ser Padre (2001) y La Familia (y otras demoliciones) (2003), el total de su obra periodística no se concibe sin la constante referencia a sus lares, manes y penates. Esto lo convirtió, sin lugar a dudas, en el cronista oficial de la clase media mexicana.

Fernando Vallejo por su parte resume apocalípticamente sus recuerdos enhebrados en torno a una de tantas familias colombianas del interior, la suya, en su libro ¡Llegaron! publicado en 2015 por Alfaguara:

En las afueras de Medellín, a mitad del camino entre los pueblos de Envigado y Sabaneta y entre naranjos y limoneros, en la falda de una montaña se alzaba la finca de la infancia, Santa Anita, mirando hacia la carretera. Desde su corredor delantero los abuelos los veían venir. ¡Llegaron!, decían aterrados cuando en la primera curva aparecía el Fordcito atestado de niños, como si fueran la plaga de la langosta”.

Fernando Vallejo es principalmente conocido por sus peroratas en contra de la iglesia, Colombia, la política, la reproducción y de casi todo lo que se mueva, pero son menos los que aprecian su interés en exorcizarse de sus fantasmas genealógicos con ironía y desenfado en al menos cinco de los libros que forman su obra y que en su conjunto conforman una autobiografía involuntaria.

Dehesa y Vallejo para hacer sus crónicas lo que hacen es descubrir y describir la historia sin fin hacia el interior del círculo con el que conviven, en el caso de Dehesa, y con el que crecieron, en el caso de Vallejo. La historia sin fin es la clave del relato. Es el juego al interior de la comunicación familiar. Es ahí donde se establecen las reglas acerca de lo que se puede hablar y de lo que se debe ignorar en la convivencia diaria y es por medio del cual van a dar al closet de los secretos el tío borracho, la abuela loca, el hermano invertido, la prima golfa o el hijo de la criada. Mismos todos que generalmente hacen su aparición estelar en ocasiones selectas como navidades y velorios.

Es también parte del juego sin fin el que en la sala estén los retratos del abuelo o sus medallas de guerra, los títulos universitarios de los hijos, las constantes referencias lambisconas que pretenden sugerir proximidad a los parientes ilustres o millonarios que en realidad son insoportables o simplemente ni nos pelan. Y finalmente, es consecuencia del juego sin fin el que terminemos en la vida adulta yendo al psicólogo para que nos diga que ya podemos dejar de actuar como idiotas, que ese juego que jugamos desde la infancia ya se terminó hace mucho.


Ahora que el Papa Francisco está llevando a cabo una cruzada por la familia, uno se pregunta ¿por cuál familia? ¿Cuál sería el modelo a sugerir? Es claro que la mono parentalidad y los mirreyes son poco deseables pero tampoco hay garantía de que los viejos modelos formen personas felices. Ahora que la norma es que las mamás sean las abuelas, las madres biológicas una especie de hermanas mayores que trabajan y los padres biológicos… (¡Bien, gracias!), es claro que hay algo que corregir. Pero, tan perfectible es la familia de Fernando Soler como la de Javi Noble y preocupa que en el camino uno no encuentre tan disparatados a los locos Addams o a la familia P. Luche. ¿Y si buscáramos escribir la crónica de una familia en la que el juego sin fin se basara en la verdad y el sentido común?


viernes, 1 de enero de 2016

Algo Flota sobre el Aire



Hay algunos que dicen, que todos los caminos conducen a Roma. Entre ellos, y quizá sea el más famoso, está Luis Eduardo Aute. Los hay, por otro lado, que dicen que han visto en el cielo las mismas nubes, con la misma forma y a la misma altura, durante muchas horas. La desinformación a veces ayuda a simplificar pero en otros casos confunde dando pie a las conspiraciones mundiales.

En esto de los efectos del calentamiento global, están los que dicen (y son las voces oficiales en el mundo) que la Tierra se está calentando de manera exponencial y que pronto tendremos consecuencias de repercusión directa en la biología de nuestro planeta, como dice la canción pero está vez literalmente, estamos poniendo nuestras vidas rumbo a Venus en un barco, y todo a causa de la ambición desmedida del hombre cuya actividad industrial lo lleva a alterar el equilibrio que hay en la atmósfera entre el efecto invernadero y el clima.

Permítaseme en este párrafo explicar la metáfora del viaje a Venus para que no quede críptica. El barco sería la Tierra que nos contiene. Sus procesos internos nos permiten viajar a bordo de ella por el universo. A diferencia de Venus que es inhabitable debido a que uno de estos procesos, el efecto invernadero, se manifiesta tan intensamente que vuelve al clima en el peor enemigo de la vida, en la Tierra el proceso se encuentra regulado de manera natural a favor de la vida en la misma. Si en la Tierra desestabilizamos el efecto invernadero a causa de la emisión antropogénica de los gases que lo favorecen volveremos loco al clima, elevando la temperatura global del planeta y fabricándonos una pesadilla. Exactamente como sucede en Venus.

Pero vayamos con los que sostienen, por el contrario, que la Tierra se está enfriando y que vamos a volver a la era glacial. El escenario opuesto al calentamiento global se llama oscurecimiento global (Global Dimming) y es motivo de estudios entre la comunidad científica en los trabajos de investigadores tales como Martin Wild del Instituto Federal Suizo de Tecnología y R.T. Pinker de la Universidad de Maryland, aunque los pioneros son los climatólogos Mikhail Ivanovich Budyko y Atsumu Ohmura. En la teoría del oscurecimiento global se describe la reducción gradual de la cantidad de luz solar que alcanza la superficie terrestre. El escenario más extremo que podría derivarse de éste fenómeno es una era glacial extrema desde el ecuador hasta los polos.

El propio Budyko desarrolló un modelo numérico para investigar el efecto sobre el clima por las variaciones de la radiación solar provocadas por el vulcanismo y los ciclos de Milankovitch. El modelo de Budyko consideraba como parte fundamental el mecanismo de retroalimentación del albedo a causa del hielo. El modelo mostraba que este mecanismo al alcanzar un cierto valor de retroalimentación se llegaba a descontrolar hasta el punto de poder ocasionar una glaciación global o superglaciación. Escenario que actualmente se teoriza que pudo haberse presentado en nuestro planeta, durante el periodo criogénico, unos trescientos millones de años antes de la explosión cámbrica.

Ya empieza a haber ejemplos de miedo a lo anteriormente descrito en la cultura popular. En Rompenieves (Snowpiercer, 2013), la adaptación cinematográfica de la novela gráfica Le Transperceneige de Lob, Legrand y Rochette, se parte de la premisa de un fallido experimento climático que da como resultado un mundo glacial en donde los únicos sobrevivientes viajan en un tren que da vueltas infinitas alrededor del mundo y donde muchos de ellos sufren una brutal segregación debido a un rabioso sistema de clases. El fallido experimento que origina la distopía es muy simple: la saturación de la atmósfera con aerosoles para revertir los efectos del calentamiento global.

Prefigurada de manera fantástica en Sir August de Wynter, aquel personaje de la película The Avengers (1998), en la actualidad existe una disciplina llamada Geoingeniería que pretende manipular el clima a escala global para contrarrestar los efectos del cambio climático. Una de las estrategias que propone para la gestión de la radiación solar es precisamente la introducción de aerosoles en la estratósfera. Un aerosol es básicamente eso… digamos, de una manera muy burda, que si el confeti no cayera al suelo y se quedara flotando por largo tiempo sería un aerosol. En el caso de las sustancias empleadas en la estratosfera, para reducir la radiación solar sobre la superficie terrestre, estamos hablando principalmente de compuestos como el anhídrido sulfúrico y el ácido sulfúrico.

Hay otras medidas propuestas por la geoingeniería no solo para la gestión de la radiación solar sino también para reducir el dióxido de carbono presente en la atmósfera: aumento del albedo, reflectores en el espacio exterior, aforestación, carbón producido por pirolisis (órale), hacer crecer la biomasa para luego quemarla, captura directa de dióxido de carbono y la fertilización oceánica con hierro y otros nutrientes. De todos ellos se sospecha su efectividad y se temen efectos adversos potenciales. Por eso se debate acaloradamente en diversos foros sobre la viabilidad de la aplicación práctica de esta novel ciencia.

A pesar de que la geoingeniería no puede ejercer oficialmente al no lograr consensuar porque no termina de convencer en lo moral hay quienes dicen que comienzan a ver en el cielo evidencia de que secretamente lo hace. Cirro estratos falsos son en realidad estelas químicas (chemtrails) rociadas de manera secreta por el gobierno gringo y las industrias más poderosas del planeta desde finales de los noventa con el fin de revertir los efectos del cambio climático y así no tener necesidad de ratificar el Protocolo de Kioto que los haría perder millones de dólares.

Dicen los que saben de la conspiración mundial, que en el cielo hay nubes falsas que se notan porque persisten durante horas, porque este fenómeno antes no pasaba, porque provocan lluvia ácida y pierden sus cosechas, porque ofrecen patrones en el cielo muy particulares como líneas paralelas o cruzadas, porque donde se han avistado han aparecido enfermedades nuevas y poderosas, porque han visto agujeros en las nubes y quien sabe que tantas cosas más. Nada de lo anterior está validado científicamente pero el miedo a que nos estén rociando ha ido posicionándose en el discurso de varios personajes públicos lo que ha asegurado el éxito de las estelas químicas como una de las teorías de la conspiración más populares hoy en día. Ahora resulta que, si nos vienen a contar cositas malas del clima los del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) relajémonos porque dicen los que saben que los que mandan ya están tomando cartas en el asunto para resolverlo aunque terminemos con un mundo un poquito más oscuro y frío.


Que se calienta, que se enfría, que se oscurece, que las nubes no cambian ni se mueven. Se dicen tantas cosas, incluso a veces respaldadas con argumentos pseudocientíficos que a los no entendidos nos dejan solo el acto de fe como parámetro de decisión y da igual creerle a unos o a otros. Todo es cuestión de, una vez posicionados, defender nuestras convicciones con pasión. Ya ven lo que se dice: Si te lo quieres creer, entonces el hombre ya llegó a la Luna.