“Savierte al distinguido público, y al normal, que determinados pasage deste alticulo, puen, pol su contenío herí la sensibildá de pelsona esesivamente emotiva, asi como la de lo funsionario, niño, e indolesentes o pelsona mayore, o mu mayores, curatas, militares con y sin graduasión, maricone y homosensuale, ingeniero agrónomo, jugadore de balonceto, bombero, espeleólogo, chino, político, alcolico y drogadisto, divorsiado, torero, esquisofrenicos, australiano, soplapolla, tranviario, lo nasido en Chinchinati, Ojaio, monosabios, parlanchine, bibliotecario y la madre que lo parió, o sea prasticamente a tol mundo… ¿Fale? “
Makinavaja
Por si alguna vez no se puede resistir a la tentación de ejercer el derecho a la pedantería, es recomendable tener cuidado cuando se escuche a los españoles hablar de Makinavaja y para no desbarrar hay que asegurarse, antes de intervenir en la charla y comenzar a pontificar sobre el impacto de la figura de Mackie Messer en la cultura occidental, que realmente se refieren al personaje de La Ópera de los Tres Centavos y no al nacido en los trazos del dibujante catalán Ramón Tosas Fuentes, mejor conocido como Ivá entre los fieles a la lectura de la famosa revista española El Jueves (que, por cierto, sale los miércoles).
A este Makinavaja no le cantan ni Sinatra, ni Bobby Darin, ni mucho menos Miguel Ríos y aunque el grupo navarro Tijuana Blue los confunda parcialmente y a propósito, sus similitudes con el Mackie Navaja clásico se reducen a que los dos se mueven en el terreno de la marginalidad. Pero a diferencia del maleante victoriano, este sinvergüenza posee una cierta estatura moral en el desempeño de su oficio, misma que lo eleva a la categoría de poeta y hasta profeta ante los ojos de sus correligionarios. En este sentido es mas comparable a Aecio, quien fue el último en entender y mantener el espíritu militar de su raza en un imperio que se desmoronaba y debido a eso pasó a la historia como “el último de los romanos”.
A diferencia de Aecio que era general, Makinavaja es simple y llanamente un "chorizo" y en vez de tener los gloriosos Campos Cataláunicos como escenario de sus andanzas, la batalla la presenta en las callejuelas de los bajos fondos de la ciudad condal, bregando entre el colorido nocturno que dan las zorras y los camellos del lugar con quienes acompaña sus aventuras. Lo que si comparte con el romano es la bien ganada consideración de ser el último practicante litúrgico de su oficio, lo que hace que se le reconozca a escala nacional como “El Último Choriso” (lo de la falta de ortografía es por la manera de pronunciar en la jerga catalana).
Pero no se vaya a pensar que esto del oficio es peyorativo. Mas allá del albur y la cocina, el oficio de “chorizo” es toda una institución en España ya que, además del embutido, es el término que en caló se aplica a los ladrones de poca monta, descuidistas y atracadores de a pie. El vocablo se deriva del agitanado verbo chorar, de igual naturaleza y sinónimo de robar. Razón por la cual el propio Makinavaja describe a su gremio diciendo: “Semos peligrosos y nos llaman maleantes. Por respirar sin permiso. Por tirar siempre pa’lante”.
En sus aventuras Makinavaja (llamémosle Maki) nunca está solo, lo acompaña siempre su fiel escudero Popeye Smith (llamémosle Popy), Mustafá (llamémosle Mojamé o Moromierda) y su abuelo (de Maki), además de la señora Maru, el Pitufo, la Manoli y otros muchos personajes tan bizarros como probables en la realidad del submundo barcelonés. Todos ellos coinciden diariamente en una tasca del barrio chino conocida como el Bar de “El Pirata” y regenteada por el propio Pira en persona.
Pero, como ya dijimos, a diferencia de sus colegas Makinavaja no es un maleante cualquiera. Sabe lo que se hace y tiene la convicción de que “en un mundo podrido y sin ética, a las personas sensibles solo les queda la estética”. Razón por la cual cuando comete un atraco respeta todas las reglas de la vieja escuela aunque el resto de la pandilla no se entere de que va el plan estando a la mitad del mismo. Siendo tan sensible y convencional no perdona de los ignorantes un insulto a Sinatra y arropado por la filosofía que da la experiencia, el Maki termina representando un faro de luz para todos los que lo circundan. Es capaz de aconsejar al Pitufo, su sobrino, recitándole el If de Rudyard Kipling de memoria a la mitad de una botella. Sin embargo, al final, sabe que por muy difíciles que se pongan las cosas siempre hay una solución pragmática para todo… “Popy, pásame la recortada”.
El transcurrir de Makinavaja, desde su nacimiento en las tiras cómicas hasta el “por siempre” que da el ganarse un lugar en el canon popular de la cultura contemporánea española, ha pasado por el teatro, el cine y la televisión de manera contundente. Pese a la sordidez del ambiente en que vive, el anarquismo que emanan sus actos y un atuendo hortera y delator rematado por un tupé que lo hace parecer fugado del “Rock de la Cárcel”, el Maki le tiene desde siempre robado el corazón con su carisma a los ibéricos. Poco importa que lo firme Ferrán Rañé, Andrés Pajares o Pepe Rubianes (aunque habrá que respetarle a cada quien su gusto).
Sea quien sea al que le toque ser, lo importante aquí y ahí (en la realidad y en la ficción) es que el mundo ya no es el mismo y poco a poco va perdiendo sustancia para los aún militantes de la vieja escuela en el arte del dos de bastos y el robo de bancos. Ante este escenario Maki no puede ocultar una lágrima de nostalgia por un mundo que está condenado a desaparecer en medio de la majadera realidad que ahora toma por el cuello a las nuevas generaciones y las despersonaliza debido al abuso de la tecnología y los medios. Decepcionado, lamenta profundamente que en estos tiempos ya ni los atracados se saben comportar: “No se si es por el agua con cloro que beben o por los pollos de granja que comen pero la gente de este país cada vez está mas burra y mas pirada”.
Pero se puede enjugar la lágrima sin pudor porque el Maki sabe que el mundo no se va acabar mientras quede alguien que conserve la convicción en su oficio para predicar con el ejemplo. Tomando en cuenta la crisis de valores que viven las sociedades modernas, lo de menos es que el ejemplo sea bueno o malo, lo importante es que exista uno y para eso está él.
“Y hay que decirlo pa’l que no se acuerde.
La esperanza es esa puta que va vestida de verde”.
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