viernes, 15 de julio de 2011

Y Que Me Traigan Mas Botellas...



Pocas veces me he sentido tan determinado como esa noche, había decidido que mi primera cita de amor en Canadá y con una canadiense iba a ser exactamente como en las películas gringas: una rubia despampanante, cena romántica con vino, música de jazz para hacer ambiente y la recreación de una candente escena de película sueca para rematar la noche. Y esa noche curiosamente se presentaba ideal para reunir todos los ingredientes, con la salvedad de que en las películas el galán es un musculoso güero de ojo azul y yo mas bien soy chaparrito, prieto y barrigón...¡ah pero eso sí!, “me sobra mucho...pero mucho corazón”...y como el corazón al final de cuentas también es un músculo, hueco...pero músculo al fin y al cabo ¿quién necesita andarse preocupando por los tríceps y los bíceps o por tener un lavadero en el estómago?

La música sería un elemento esencial en el ritual del cortejo y como yo no traje conmigo mas que música mexicana, por aquello del Síndrome del Jamaicón, desdeñé los boleros de Amparo Montes y la Landín y corrí a una tienda discos cercana y elegí para llevar conmigo un CD de Ella Fitzgerald para inducir el clásico ambiente romántico de las películas.

La cena fue en su acogedor departamento. Pasó a las siete de la noche por mi. Era una noche helada con un frío de los mil diablos, asi que era mas fácil que me recogiera a que tomara el autobús. Todavía no conocía su departamento. La verdad me gustó, es un lugar bastante agradable, sobre todo por la forma como esta decorado. Se nota su gusto refinado.

Abrimos la botella que llevaba conmigo, un vino blanco de 10 dolares (siempre que voy al super compro una botella para estar preparado y responder a la cortesia de la invitacion).

-¿Te gusta el jazz? -le pregunté.
-Claro -me contestó
-Oye ¿me dejas observar mientras cocinas?...es que quiero aprender algo de la cocina sajona...claro, si no te importa -agregué.
-Sure, no problem -dijo ella.

Y por estar de baboso viéndola, y no precisamente cocinar, no me acordé que como compré el disco de emergencia y era un “Greatest Hits” el primer “romántico” track era “Mack The Knife”, así que casi la tumbo cuando corrí a pasar el disco a la siguiente canción antes de que Mack sacara el cuchillo. Después del exabrupto, la plática fluyó suavemente al ritmo de la bella voz de Ella Fitzgerald como fondo. Mi inglés también se suavizó con la primera copa de vino. El plan A, que era preparar una pasta con yoghurt, se vino abajo porque el lácteo estaba lleno de hongos (me encantan las mujeres desordenadas que no estan al pendiente de la cocina). “No te preocupes” -me dijo. Tengo un plan B. El plan B consistía en preparar unas deliciosas pechugas de pollo acompañadas de verduras y otra clase de pasta.

-¿Quieres encender las velas, por favor? -me sugirió
-Con todo gusto - respondi. Al mismo tiempo asumi que deberia bajar la intensidad de las luces, asi que lo hice sin consultarla. El embeleso melódico de la voz de Fitzgerald continuaba con el acompañamiento al piano de Tommy Flanagan.

Nos servimos la segunda copa de vino y estabamos listos para pasar a su comedor. Antes de eso, eché un vistazo al estante en donde tiene colocados sus libros. Además de las vacas sagradas canadienses como Margaret Atwood (en inglés) y Gabrielle Roy (en francés), hay otros autores infaltables del mismo país como Austin Clarke, Alistar Mcleod y la recientemente fallecida Carol Shields entre otros. Pero sobresalia sobre todos una seleccion de poemas de Borges en español e inglés.

-¿Por que Borges? - le pregunté
- Es que estuve en Argentina el año pasado.

Le dije entonces que si queria leer mas poesía latinoamericana, yo había visto en la biblioteca de la universidad una traducción al inglés de los poemas de Jose Emilio Pacheco y me comprometí a prestárselos.

-Creo que este autor (junto con Jaime Sabines) es el poeta mexicano que mas me gusta, te lo recomiendo ampliamente -le comenté.

Cambiamos el cidi y pusimos algo con guitarras, no recuerdo el autor y tampoco lo conocia, pero me gustó. En la cena, y la sobremesa posteriormente, salieron todo tipo de temas desde sus lecturas de otros autores argentinos, la musica de Charlie Garcia hasta la ultima pelicula de Michael Moore que dieron en el cine del Bookshelf hace poco. La cena estuvo deliciosa.

- Voy a preparar te para mi, ¿quieres o te sirvo mas vino? -me pregunto.
- Creo que tambien prefiero estar tomando té -le contesté y después alcé la voz desde el comedor hasta la cocina donde preparaba la infusión aromática para decirle: “ I THINK THIS CITY IS A SUM OF LONELINESS (creo que esta ciudad es una suma de soledades).
-Tienes razón, pero porque no pasamos al sofá para tomar el té, ahí podemos platicar mas cómodamente -me sugirió con una sensual voz que ni el mismo Bartleby (aquel personaje de Melville que a todo decía “prefería no hacerlo”) se negaría.

Mientras tanto, ya instalados en su sofá, seguimos el hilo de mis devaneos filosóficos. Entre la charla había pausas y a veces no. Creo que mi parámetro para sentirme bien con una mujer son los silencios durante la conversación. Si los silencios provocan incomodidad quiere decir que algo anda mal. Son esa clase de silencios que te hacen pensar que deberias estar diciendo algo para no sentirte incómodo. Aunque no hubo muchos lapsos sin palabras, los pocos que hubo los aproveché para escudriñar sus lindos ojos verdes que combinaban con los muebles de la sala.

Y asi la velada siguió transcurriendo, con silencios que buscaban otra forma de comunicación con los ojos, con risas, con melancolía, con camaradería, con roces...

...con timbrazos en…la puerta

¬ Hola mi amor al fin llegaste – después de saludar muy igualadamente al intruso se volvió hacia mí, y con un aire valemadrista, me espeta sin ningun miramiento hacia mi alma ilusionada – Te presento a mi novio.

El güero musculoso de ojo azul me saludó muy cordialmente externándome su contrariedad por haber llegado tan tarde Estaba muy apenado porque se le hizo tarde pero el trabajo lo entretuvo...

¬ ¡Caray no te preocupes hombre faltaba más! ¿sabes?, me tengo que ir, me acordé que mañana tengo examen, quédate con el CD si te gustó...Tan a gusto que estábamos ¿no?...De veras no puedo quedarme ahí será otro día

En fin, esa noche seguramente terminó como en las películas gringas, con el imponderable de que no fui requerido para la escena final pero al fin que ni quería, además a quién le interesa echarse a perder la noche oyendo a Ella si tengo a la Landín dispuesta a cantar, sin rencores, toda la noche para mí aquella de “Amor perdido, si como dices es cierto que vives dichosa sin mí...”

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