martes, 2 de septiembre de 2008

¡Ajúa!



"Por mi raza hablará...el Piporro"
Jaime López

Cuando Eulalio González Ramírez escribió sus “Memorias” a guisa de “Anecdotaconario” y que él mismo bautizó como una “Autobiagr...ajúa”, le pidió a su amigo Germán Dehesa que escribiera el prólogo de su obra. El agudo periodista, para describir la personalidad del comediante norteño, trabajó con una idea basada en el Gato de Cheshire, aquel personaje que inventó el escritor victoriano Lewis Carroll para poblar el mundo de las maravillas de Alicia.

El mentado gato, para aquel que no haya tenido la fortuna de conocerlo de niño o a través de sus hijos, sonríe con tal convicción que cuando se aleja, su sonrisa queda grabada de manera indeleble en el ambiente como testimonio de su presencia. Nada más acertado para describir a alguien como El Piporro. Nadie podría negar tampoco que Piporro era uno de esos personajes a los que se refería Luigi Pirandello. El personaje en busca de autor encontró su simbiosis perfecta en Eulalio González, quien terminó de vestirlo con ritmos de polka, filosofía de Güemez, sombrero, bigote y cuera. Pero la comunión entre personaje y actor se da a instancias de la propia gente que desde el momento en que su eterno ídolo se los presenta como su escudero y mentor se niega a divorciar la imagen del cómico con aquel tipo dicharachero y decidor.

Piporro llegó al cine con Martín Corona y cuando Martín Corona se marchó para mutarse en cualquiera de tantos otros personajes clásicos para los mexicanos, el Piporro quedó atrapado en el corazón de la gente que no le permitió cambiar de personalidad, si acaso rejuvenecer un poco para convertirse en “El Rey del Tomate” o subirse a “La Nave de los Monstruos” y volverse un “Héroe a la Fuerza”, cuando fue el Párpado Caido y un psiquiatra orate lo trataba de rescatar del mal del sueño mediante un atinado diagnóstico, "¡Hijo de Morfeo! te 'chacualearon' las meninges en forma tal, que el 'traumatazo' recibido hace tan difícil tu recuperación".

!Haiga la cosa! El Piporro no se pasea más por las chulas fronteras, pero al igual que el Gato de Cheshire ha dejado su sonrisa flotando entre nosotros y cuando recurrimos a esa media luna horizontal que es su espíritu para preguntar por nuestro amigo, la sonrisa del gato nos explica una y otra y otra vez, provocándonos una sonrisa nueva con las mismas viejas historias, que mientras Agustín bajaba y bajaba a caballo... Gumaro se murió pa’siempre debido a un error de perspectiva... y mientras Agustín seguía bajando... nos hace envidiar la suerte de Rosita que de los tres tiros que le dieron nomás uno era de muerte... nos describe como blanqueaban los cerros de puros encalzonados (bueno blanqueaban los que traiban, los que no, pus nomás negreaban)... descubrimos la cruda verdad de los orígenes tras la voz de terciopelo del oriundo de Río Bravo, Natalio Reyes Colás (que nomás cruzando la frontera se convirtió en Nat King Cole)... nos hace soñar con los Ojos de Pancha... y mientras nos desgrana mil historias más...

¡Que sopor y que bochorno!... Pero uno no puede dejar de reir.

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