Los planes de estudio en los centros de educación superior estimulan muy poco el placer de la investigación. Una gran mayoría de los estudiantes universitarios se decide por relegar la modalidad de recibir su título por medio de la escritura de una tesis. Los pocos alumnos que al final deciden emprender el largo y sinuoso camino de la investigación para presentar un documento de esta naturaleza, pisan tierras desconocidas y terminan su trabajo como Dios, y algún pésimo maestro de metodología de la investigación, les dio a entender.
Esto se viene a poner en evidencia al final del programa cuando se realiza una incendiaria evaluación del grado de eficiencia terminal donde se mide la cantidad de egresados que alcanzan a culminar sus estudios con la obtención del grado correspondiente al programa que cursaron y que generalmente arroja resultados decepcionantes. En otras palabras estamos hablando de un ejercicio estadístico diseñado para dividir a la población estudiantil de cualquier universidad en dos grandes grupos: los holgazanes indolentes y los que vienen al caso, donde los primeros ganan en la mayoría de los casos por blanqueada.
Pero no hay que hacernos una idea equivocada de la actitud del tesista malogrado, lo que en realidad sucede es que al terminar sus cursos regulares y comenzar su trabajo de investigación, muchos estudiantes se ven atacados por un extraño virus psicológico que provoca una especie de Sindrome Garciamarquiano que se traduce en "Cien Años de Soledad" escribiendo la "Crónica de una Muerte Anunciada" con la esperanza de "Vivir para Contarla" y que termina atrapando al tesista en su laberinto, de manera tal que el atolondrado estudiante es incapaz de manejar sus inseguridades durante el desarrollo de su investigación y termina jugando "al enmascarado" con tal maestría que uno termina confundiéndolo con Tinieblas o Mil Máscaras.
Pero, ¿qué es lo realmente difícil de todo este trance?, por principio de cuentas no es la investigación en sí misma, porque en el peor de los casos, si se tiene la desvergüenza suficiente y no se dan cuenta, te la copias construyendo un collage de plagios parciales o se la vuelas a algún zonzo compañero para presentarla primero. La dificultad tampoco tiene que ver con los pequeños detalles que rodean el desarrollo de la tesis (cuando no hay un compañero pazguato a quien robarle los datos), como es el de enterrarse abajo de cien libros, leer todos los journals que caigan en tus manos o soportar las tediosas horas de trabajo en el laboratorio. Lo que al final es verdaderamente dificil son las vueltas de tuerca psicológicas que encierra el proceso, por lo que en la Vía Dolorosa de la investigación, como diría Tin Tán, "la cruz no pesa, lo que calan son los filos". Y estos filos generalmente calan en forma de falta de dinero, tecnología limitada y bibliografía insuficiente, características todas que pueden considerarse un común denominador en las instituciones de educación superior de la localidad.
Las autoridades administrativas de las universidades deberían redefinir la satanización de la palabra "tesis" o "investigación" apartando las espinas del camino del aspirante al grado promoviendo más intensamente la cultura de la investigación desde los semestres tempranos en todos sus programas y proveyendo de más y mejores recursos de consulta y aplicación de tecnología. De tal forma que la tesis deje de representar al enemigo a vencer y se convierta en un agradable compañero de viaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario