jueves, 25 de septiembre de 2008

El '78 No Se Olvida



Pensé que lo había superado, pero hace algunos días lo ví de nuevo y aunque había cambiado de apariencia supe de inmediato que era la misma persona que me causó el trastorno mental. A pesar de que han transcurrido 35 años desde aquel trágico suceso, mi mente me devolvió a las mismas angustias y delirios de cuando era un infante y tuve que pasar por una de las pruebas mas difíciles de mi vida.

No se trata de un problema sexual ni de drogas, es algo peor. Está entre la obsesión y la adicción, y además todos los mexicanos (con la digna excepción de Carlos Monsiváis) la padecemos en mayor o menor medida, es una pandemia que se esparce mas rápido que el SARS.

Grosso modo, la historia es la siguiente: hace algún tiempo y a sugerencia de mi psicólogo me mudé a Toronto para estar lejos de mi vida pasada porque si seguía en México, el entorno no me dejaría recuperarme. Tenía que dejar atrás mis adicciones y vivir en un lugar que no me las sugiriera ni por error...

¡Tenía que huir de mi afición al futbol!

¬ Canadá está limpio ¬ me dijo el galeno ¬ puede usted buscar consuelo allá con un deporte mas sano.

Y todo estaba bien hasta que hace poco me aventuré a leer la sección deportiva de algún diario en internet. De repente lo vi de nuevo, ahi estaba, era él, el mismo de antes pero sin la barba ni la melena, pero era él, ahí estaba en los periódicos declarando sobre la derrota de México ante las japonesas... era él... ¡já! ¿si lo sabré yo?...

¡ERA LEONARDO CUELLAR!

Todo comenzó a mediados de 1978, yo tenía diez años y como todo niño normal me gustaba el futbol. Se podría decir que mi afición se mantenía dentro de los estándares normales de cualquier niño de mi edad. Pero cuando el balón estaba a punto de empezar a rodar en Buenos Aires, los medios me empezaron a apabullar, mi cerebro de pronto se vio invadido por imágenes de jugadores, ofertas de playeras con escudos, posters, balones oficiales, etc. Jose Antonio Roca declaraba a la revista Proceso que seríamos campeones del mundo: primero le empataríamos a Alemania (después de todo eran los actuales campeones del mundo), derrotaríamos a Polonia y por último golearíamos a la débil Tunez. ¡Nadie nos detendría a partir de ahi! Las campañas mediáticas estaban justificadas ante el optimismo que embargaba al país entero en esa época.

Por un lado se nos había dicho (desde la cima de la colina del perro) que habría que aprender a administrar la abundancia, y por otro, que nuestro lugar en el concierto internacional del futbol sería diferente después del mundial de Argentina. ¡La Concacaf y la OPEP se nos hacían chiquitas! Fue así, con esta feria de las vanidades detrás, que una campaña diabólica me sedujo. Era un juego que regalaba una compañía de refrescos donde un cartón pintado de verde, unas cuantas corcholatas con las caras de los flamantes seleccionados y un botón nos convertían en los dioses del estadio, en directores técnicos, en cracks internacionales, en cronistas mas elocuentes y pintorescos que Angel Fernández.

¬ ¿Y salen todos en las fichas? ¬ preguntaba algún despistado en el recreo

¬ “T O D O S” ¬ era la respuesta al unísono del resto del grupo de párvulos, con un dejo de indignación porque alguien no estaba enterado de algo tan crucial y relevante en nuestras vidas.

Y sí, ahí estaban: Pedro Soto, Pilar Reyes, el “Cora” Isiordia, Alfredo Tena, el “Gonini” Vásquez Ayala, el “Wendy” Mendizábal, Toño de la Torre, Víctor Rangel y Hugo Sánchez, entre otros integrantes de la futura selección campeona del mundo.

¬ Espérense tantito ¬ reflexionó alguien ¬ ¿Cómo carajos va a salir Leonardo Cuellar?

Era una acotación muy razonable a nuestra tierna edad si tomamos en cuenta que la foto del jugador solamente mostraba su cara en un espacio tan reducido como el revés de una ficha, era justo pensar que la melena de Cuellar no cabria. De cualquier manera, olvidados del asunto, hicimos un recuento de nuestras fichas a las dos semanas siguientes (con varias ausencias porque algunos después de tanta cola hacian cola en el hospital)… faltaba una ficha, decía el corcholatero consejero del IFE. ¿Quién falta?... pues LEONARDO CUELLAR.

Era la ficha encantada, rápidamente pensamos en mil formas de hacernos de la tan deseada corcholata. El camino sencillo era pegar en una ficha un grotesco recorte del poster de la selección que había salido en el teleguía. Pero no era lo mismo. Fue entonces cuando a algún discipulo adelantado de Maquiavelo se le ocurrió que asaltáramos a la cooperativa escolar antes de la fiesta de fin de cursos: el plan consistía en destapar todos los refrescos una noche antes del evento con tal de conseguir la tan anhelada ficha. Sería una operación quirúrgica magistralmente ejecutada sin parangón en la historia, mucho más efectiva que la hitleriana “Noche de los Cuchillos Largos”, esta vendría siendo algo así como la “Noche de los Destapadores Cortos”. El balance al final, sin embargo, fue frustrante: Cuellar nunca apareció; al día siguiente los asistentes se tomaron los refrescos sin gas; a nosotros nos reportó un compañero chismoso del salón y nos corrieron de la escuela y de pilón nuestras familias tuvieron que pagar las cocas destapadas…ah! y finalmente México fue goleado por Alemania 6-0.

Avergonzado de este acto delictivo, decidí huir de la casa y juré vengarme de esa generación de jugadores malditos. Me mudé a Monterrey y conseguí trabajo de recogebalones en el Estadio Tecnológico. Algunos años más tarde reconocí a Pilar Reyes en el equipo contrario durante un partido de futbol y me negué a regresarle un balón. Ya no recuerdo nada más porque después perdí el conocimiento y cuando lo recobré se me acusaba de haber empezado una bronca monumental en el Monterrey-Tampico la tarde del sábado anterior y todo el mundo en la sultana me quería linchar porque vetaron el estadio por quien sabe cuantos juegos. No dejaba de repetirme que todo se debía a mi enferma afición al futbol y a los rencores y actitudes equivocadas que eso genera. Finalmente estuve dos años en terapia con un psiquiatra muy reconocido en la ciudad que me recomendó venirme a vivir a Canadá.

¿Estaré curado? no quiero recaer, pero me gustaría volver a ver jugar a mis equipos de la infancia, al América, a los Pumas, a las Chivas, aunque sea al Zacatepec o a la selección, no importa que algún día la dirija Hugo Sánchez, además...
¡¡¡NO ME GUSTA EL HOCKEY!!!

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