miércoles, 13 de agosto de 2008

El Sindrome de la Galleta de Agua



El presente mensaje es para informarles que desafortunadamente voy a estar fuera de circulación la próxima semana, puesto que voy a estar escribiendo un breve reporte de avance, en mi proyecto de doctorado, para mi supervisor. Así que si por algo me notan indiferente por estos días, mucho les he de agradecer que en lugar de sentirse, se remitan a este comunicado para encontrar una explicación lógica a ese sentimiento de vacío que les puede representar no verme o no saber de mí por un breve periodo de tiempo.

El exceso de concentración quizá no sea lo mejor, pero no puedo evitar acudir a él para no caer, en la próxima junta de evaluación con mis supervisores, en algo que yo llamo "El Síndrome de la Galleta de Agua". Este es un temor que yo encuentro fundado en un trauma del pasado, el cual paso a describir para que tengan una mejor comprensión del fenómeno del cual estoy hablando (me refiero a la galleta de agua y no a mí).

Las galletas de agua son una perlita culinaria regional de la tierra de los conejos que en un mapa oficial de la INEGI podrán encontrar bajo el nombre de Tuxpan, en el estado de Veracruz-Llave. Imagínense un totopo inflado del tamaño de un plato pastelero pero de forma elipsoidal, lo que en geometría analítica llamaríamos vulgarmente un elipsoide de revolución. Se supone que hace las veces de tortilla para cuando uno esta comiendo. El problema de la galleta de agua es que su forma tridimensional obliga a segmentarla en superficies moderadamente planas para así poder hacer uso de ella como suplemento alternativo de la cuchara. El procedimiento técnico para lograr esto (la partición en segmentos planares), es acomodarle un madrazo seco en la parte central con lo que uno obtiene inmediatamente a cientos de totopitos con los cuales puede uno cucharear los frijoles o el huevo o lo que se les antoje.

Sin embargo, a mi eso jamás me tuvo satisfecho porque no podía conseguir equilibrio en mi vida a la hora de emplear la galleta de agua. Una vez que acababa mi ración de comida, o me sobraban totopos y me tenía que servir otra vez o me faltaban y para evitar el desequilibrio me acababa el huevo a cucharazo limpio. Así que un día me puse a pensar que para optimizar el rendimiento de la galleta de agua en relación con la porción correspondiente de comida que se quiere consumir, la clave estaba en encontrar la manera de partir la galleta a guisa de obtener dos tostadas oblongas a partir de la superficie tridimensional en lugar de una multitud incontable de totopos que al final había que esperar a que en la casa hicieran frijoles refritos para podérmelos acabar.

Me puse a investigar como funcionaba estructuralmente una galleta de agua para encontrar la solución a la bisección del sólido. Recordé que al salir de la carrera de Ingeniería Civil, hice un trabajo de investigación acerca de estructuras de cascarón que funcionan más o menos bajo el mismo principio. Obtienen su resistencia, así como sus características de auto soporte, de su forma y no de los elementos estructurales que las conforman (véanse las estructuras de Félix Candela en la ciudad de México como el techo de la iglesia de la medalla milagrosa o algunas otras cosas que hizo en la UNAM y de las que ahorita no me acuerdo). Así que una vez comprendido el problema me puse manos a la obra y determiné la curva en la directriz que efectuaba la revolución para obtener la ecuación de superficie de la galleta de agua y así proyectarla en un plano bidimensional y construir en ella una red que contuviera los nodos en los que tenia que resolver las ecuaciones de esfuerzos membranales que mantuvieran la estructura en equilibrio.

Descubrí al final que los valores de esfuerzos de tensión y compresión, para mantenerse en equilibrio, obligan a que se genere una zona crítica de esfuerzos cortantes en la zona meridional del centro del sólido de revolución que representa a la galleta. Acto seguido me lleve la galleta al laboratorio de materiales y después de medir las deformaciones con un extensómetro llegue a la conclusión de que la única falla posible en el elemento era la frágil sin variación en la gráfica de Hooke. O sea que en pocas palabras si le pegaba cuidadosa y pacientemente a la galleta por todo el perímetro de su parte mas ancha, al final obtendría la separación súbita de la superficie tridimensional en dos elementos bidimensionales, sensiblemente alabeados y dispuestos de manera opuesta a sus bordes (las tan afanosamente buscadas tostadas oblongas) que me permitirían distribuir la ración de mi comida en dos partes y acabarla al mismo tiempo que terminaba las galletas de agua sin remanentes fastidiosos.

Feliz por mi éxito y laborioso esfuerzo corrí a informar de mis hallazgos a la primera persona que encontré en mi camino y para mi suerte (no si buena o mala) esta persona fue mi hermana que se encontraba en la cocina a punto de merendar con la ayuda del resto de las galletas de agua que yo había comprado para efectuar mis pruebas experimentales y que por inercia había dejado en una bolsa en la cocina. Me escuchó pacientemente y con la cara de cansancio que se pone cuando se escucha las conjeturas de los hermanos menores y al término de mi feliz y triunfal anuncio me espetó lapidariamente un:

¬ ¡De veras eres idiota! Eso todo mundo lo sabe. No todas las babosadas que hiciste pero si, que si le pegas a una galleta así ¬ y me demostró golpeando perimetralmente la galleta y obteniendo un corte perfecto por la mitad de la pieza ¬ Tienes dos de estas. Ya viste. Le hubieras preguntado a mi mamá.

Así que desde entonces, ustedes comprenderán que cada que me encuentro en una situación similar me preocupa mucho preguntarle a los que saben antes de proceder a aplicar ningún método analítico o experimental y concluir en algo ya de todos conocido. Así que con su permiso voy a estar en mi oficina haciendo el ejercicio de humildad de preguntar todo, hasta lo que ya sé,para evitar caer en situaciones tan vergonzosas como la antes descrita enfrente de la comunidad académica británica.

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