En las historias policíacas de ficción, el color determina el matiz de los casos y define el nivel de deducción que se exige a la mente que pretenda resolverlos. En otras palabras, cada autor deberá encontrar, escondida entre las líneas del misterio que su obra plantea, esa especie de escala cromática que determinará la personalidad del detective a emplear.
En la Inglaterra victoriana, Sir Arthur Conan Doyle entendió que un “Estudio en Escarlata” demandaba la presencia de Sherlock Holmes. En los locos años veintes, salido de la pluma de Agatha Christie, Hercules Poirot resolvió “El Misterio del Tren Azul”. Los escollos que se planteaban en los guiones del “cine negro” fueron salvados por creadores como Dashiel Hammett y Raymond Chandler con el empleo de detectives como Sam Spade o Philip Marlowe. Si la parte visible del espectro electromagnético lo exige, se pueden emplear personajes menos ortodoxos como cuando Thomas Harris, al ver que las cosas se ponían color de hormiga para su héroe, le prestó los servicios de su archifamoso criminal Hannibal Lecter para atrapar al “Dragón Rojo”, o como cuando el tono adecuado resultó estar en la cabellera de una mujer, y Joaquin Sabina se planteó resolver, por sí mismo, “El Caso de la Rubia Platino” en diecinueve días y quinientas noches... y así, podríamos seguir buscando matices criminales y recorriendo galerías de detectives famosos, tantos como exija el arco iris, hasta llegar a los misterios más blancos, domésticos y cotidianos que en realidad son “casos para La Araña” que todos llevamos dentro.
El razonamiento anterior podría ser válido hasta el momento en que los colores se mezclan, porque entonces también lo hacen las habilidades deductivas con las no deductivas y ya no se puede tener certeza de éxito en la solución de los crímenes. Esto ocurrió en la década de los sesentas, cuando la psicodelia de la época mezcló el rojo de las pasiones con el blanco de la inocencia para crear en rosa a uno de los personajes más entrañables de las últimas generaciones: el inspector Jacques Clouseau. Para Closeau, lo de menos es el caso a resolver, si no existe uno el lo inventará y para nosotros Clouseau es el caso en sí. Es perdurable el misterio asociado a ese huevo con pies y bigote, enfundado en una gabardina que aparece después de las notas de Henry Mancini hablando con acento francés y que vive perseguido por el rastro de la Pantera Rosa. Siempre fiel, de manera involuntaria, a su peculiar método en el cual el criminal atrapa al detective y no al revés.
Estudiar de cerca a Clouseau ofrece una oportunidad única de encontrar algunas de las sonrisas y sueños que extraviamos en la mejor época de nuestras vidas. Acaso, amigo lector, no le gustaría conocer al fin las respuestas a esas interrogantes que lo han atormentado desde su infancia como saber si la Pantera Rosa ¿era hombre o mujer? y ¿porque no hablaba? Si es que es así… ¡NO DIGA SI. DIGA OUI!… y quizá ahora lo podamos descubrir juntos con la ayuda de un pequeño “Estudio en Rosa”.
La Pantera Rosa no era hombre ni mujer, ni pantera, ni rosa. La Pantera Rosa era un diamante perteneciente a la princesa Dala y el cual era objeto de la codicia de un famoso ladrón internacional de joyas conocido como el Fantasma. El Fantasma era tan hábil con los dedos en las cajas fuertes como con las damas y su mejor coartada era la esposa del policía que le seguía los pasos: Jacques Clouseau. Las películas de Blake Edwards que son la fuente original para aprender del personaje muestran algunas diferencias con la caricatura clásica que es el referente tradicional para la mayoría de nosotros. Sin embargo, uno puede ir reconociendo los rasgos de los principales personajes de las películas. La Pantera Rosa tal como la conocemos fue creada por De Patie y Freleng para los créditos iniciales de la película “The Pink Panther” en 1963 y de ahí se convirtió en el famoso personaje de las caricaturas. Si se le observa bien preserva las características de los personajes que orbitaban en torno al diamante en la película, la clase de David Niven como el ladrón de joyas en la forma de la pantera y la sensualidad de Claudia Cardinale como la dueña del diamante en el color rosa del personaje. La víctima de las circunstancias en la caricatura es el hombre común que sufre la inconveniencia de la convivencia con la adversidad que crea la pantera en cada episodio y que él soporta estoicamente.
Jacques Closeau es otra cosa. Es la segunda parte de la ecuación y existe gracias al talento de Peter Sellers. Sin Peter Sellers el personaje habría estado condenado a ser uno más de tantos, producto del genio del director, pero Sellers hizo de él algo apologético y trascendente. La idea de Clouseau. nació antes que la Pantera Rosa, junto al Comisionado y al Sargento Hercule Lajoy, que en la caricatura cambiaría su nombre a Dodó, en una película llamada “Un Disparo en la Oscuridad” que no fue exhibida inmediatamente por no ser considerada lo suficientemente buena por los productores. Sellers no fue la primera opción de Edwards. La Pantera Rosa iba a ser una película para el lucimiento de David Niven y Claudia Cardinale, con la figura de Closeau como personaje secundario. En un inicio fue Peter Ustinov el encargado de dar vida al inspector pero renunció al proyecto a unos cuantos días de comenzar, fue entonces cuando Edwards decidió llamar a Peter Sellers que improvisó el personaje después de ver la imagen del Capitán Matthew Webb en una caja de cerillos, el cual fue el primer hombre en cruzar el Canal de la Mancha en 1875. Con el mostacho del capitán, marcado acento francés y su atolondramiento crónico, Peter Sellers se robó la película de principio a fin, dando pie a infinidad de secuelas y a una serie animada de televisión.
Para Peter Sellers, Jacques Clouseau fue la suma de todos sus personajes. Tan camaleónico como el mismo Clouseau que usaba disfrazarse de cuanta cosa se le ocurriera para resolver sus casos. Sellers también vivía perdido en la rutina de sus propios personajes, en alguna ocasión dijo a un reportero no saber quien era él realmente o si había algún él detrás de toda esa inmensa galería de personajes: el Dr. Fassbender, un psiquiatra obsesionado con las pussycats de sus pacientes, el hindú Ahmed el Kabir que canta junto a Sofía Loren, el Dr. Strangelove, científico lisiado con un acto reflejo pro nazi en su brazo derecho y un insano amor por la bomba, el jardinero inocente que mira el mundo “Desde el Jardín” o inclusive el mismo James Bond experto en jugar al bacará en Casino Royale. Lo que si era cierto es que esa inseguridad acerca de su propia personalidad en la vida real la llenaba con un egocentrismo que rayaba en lo maniático y que lo persiguió como una maldición a lo largo de toda su carrera.
Con la Pantera Rosa y el Inspector Closeau, Blake Edwards y Peter Sellers nos simbolizan la incontenible energía del mundo a nuestro alrededor que muchas veces nos rebasa y desencadena todo lo inesperado en nuestras vidas pero por lo cual vale la pena vivir. Al final de cuentas un mundo bajo la sombra de la Pantera Rosa puede convertirse para nosotros en una Némesis como lo es para Clouseau, si no aprendemos a prestarle atención y a convivir con ella.
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