En medio del camino de la vida me encontré con una densa y sucia neblina porque la recta vía era perdida. Buscando guía y luz en aquella oscuridad busqué un Virgilio, mas en medio de la bruma no pude identificar a nada ni a nadie tocado con algo parecido a una corona de laurel en la cabeza, como la que lucen los poetas. Lo que si encontré fue a un hombre de aspecto inconveniente que llevaba en su pecho una medalla dorada con una efigie grabada y el último reporte del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático bajo el brazo. Fue entonces cuando me enseñó el futuro de la humanidad en este mundo…
La densa niebla (que resultó ser dióxido de carbono) se disipó y nos encontramos de pie al borde de una chimenea industrial en cuyas paredes internas se leía: “Por mi se va a la ciudad doliente. Por mí se ingresa en el dolor eterno” y pudimos ver una imagen del mundo que reverberaba en el fondo de aquel pozo. El hombre inconveniente sacó un termómetro que marcaba 14.4°C y un nutrido calendario que contenía el tiempo de los próximos cien años. Acto seguido comenzó a arrancar las hojas del calendario y a arrojarlas al fondo de la chimenea. La imagen del mundo comenzó a cambiar y el mercurio en el termómetro comenzó a subir.
Con las primeras hojas arrancadas al calendario el mercurio subió inmediatamente un grado. La imagen del fondo mostró entonces a un mundo en el que se destacaba la desertificación de las Grandes Llanuras de Norteamérica, el cierre de la corriente del Golfo en el Océano Atlántico, la extinción de las nieves del Kilimanjaro, un Sahara reverdecido, una amazonia perdiendo dramáticamente su biodiversidad, el comienzo del deshielo en el Ártico, el desvanecimiento del permafrost en los Alpes, el daño irreversible de los ecosistemas australianos, alertas de huracanes en el Atlántico Sur y el hundimiento de los países de los atolones como Vanuatu y Tuvalu.
2015. El mercurio en los dos grados y en la imagen del mundo: escasez de agua en China, acidificación de los mares, oleadas de calor en los veranos de Europa, incendios forestales en el Mediterráneo, comienzo del deshielo de los glaciares de Groenlandia, extinción de los osos polares a la par de una intensiva explotación petrolera en el polo norte, inundaciones masivas en la India, extinción de los glaciares en el Perú andino, sequías en California, cambios globales en los patrones de producción agrícola y el comienzo de la extinción selectiva de especies.
2030. Tres Grados y un mundo en el cual el desierto de Kalahari se come a Botsuana, los polos quedan estacionalmente libres de hielo, el fenómeno del Niño incrementa dramáticamente su intensidad, se sucede la muerte de la Amazonia, hay dantescos incendios naturales en Australia, los huracanes alcanzan la categoría 6, se desvanece el mar de hielo del Ártico, severas sequías en Centroamérica, se desata la furia en los monzones, desaparición del Valle del Indo, escurren las últimas gotas del Colorado, Nueva York queda bajo el agua, epopéyicas tormentas asolan Europa, pandemias en África, la pérdida de los ecosistemas de montaña en Sudamérica y el drama de sembrar en un invernadero mundial.
2050. En un mundo cuatro grados más caliente, la muerte del Nilo, el deshielo total de la Antártida, la influencia global de la contaminación china, las arenas del desierto africano conquistan la Europa mediterránea, el desvanecimiento de los glaciares alpinos, inundaciones apocalípticas en Gran Bretaña, la erosión crítica del suelo en Texas y se comienza a dar la respuesta espontánea de metano en Siberia.
2075. El termómetro marcando ahora cinco grados más y la mayor parte del mundo es inhabitable, hidratos de metano surgen peligrosamente en el océano Ártico, los tsunamis se suceden también en el mar del Norte, refugios gigantescos para los desheredados de los trópicos y guerras civiles intensificadas por el control de los recursos por todo el planeta.
2100. Hay un mundo sobrecalentado en seis grados que recuerda al mundo del cretácico, con océanos aceitosos y un desierto global que va de trópico a trópico. Una extinción que alcanza dimensiones pérmicas y la vida del hombre limitada a los polos que son los únicos lugares que conservan condiciones habitables, aunque el agujero de ozono abre la posibilidad de una emboscada ultravioleta del sol que sabe que solo es cuestión de tiempo el poder cumplir la promesa que Dios hizo después del diluvio de acabar con la raza humana en el mundo con fuego la próxima vez.
Pero el mundo no podía terminar incompleto y reclamaba mi presencia como insustituible parcialidad homeostática en la Gaia de Lovelock. Así que de pronto mientras contemplaba nuestra miseria final, el humo volvió a nuestro alrededor y se volvió a cerrar al punto que la asfixia nublaba mis sentidos. Repentinamente el hombre inconveniente despareció y mi persona cedió a la atracción de la gravedad que me reclamaba en el fondo del pozo hacia el centro de la imagen que todo ese tiempo había arrobado mi atención. Y mientras me precipitaba en la caída libre ante, mis ojos vi aparecer de nuevo a Chernobyl, a Hiroshima y a Nagasaki, al Exxon Valdez y a las plataformas de petróleo en el Medio Oriente, al Protocolo de Kyoto y a la Guerra de Irak de entre muchas imágenes que se sucedían vertiginosamente hasta que mi alma de súbito impactó con mi cuerpo y entonces… desperté.
Dicen que uno tiene solo cinco segundos inmediatamente después de despertar para recordar sus sueños de otra manera estos quedan sepultados en el arcón del olvido de la memoria, pero yo me tomé mas tiempo. El suficiente para reconocer mi impotencia ante la onírica profecía.
¿De que sirve que en un esfuerzo individual sacrifiquemos los patrones de consumo que aseguran nuestros grados de confort? Si en la participación global del agravio nuestro porcentaje es nada comparado con la contaminación de las industrias trasnacionales y la maquinaria bélica de las grandes potencias que hacen muchísimo más daño en mucho menos tiempo.
Quizá comencemos a tomar conciencia cuando de Nueva York no quede mas que la mano que sostiene la antorcha y no sea posible ver un oso polar mas que en un comercial de coca-cola (y eso solo en Navidad). Está en nuestra condición humana no reaccionar a menos que el destino nos alcance. No importa. Una vez racionalizados globalmente los humanos en esto del cambio climático (al fin que es lógica geológica) haremos causa común y tomando en cuenta que somos muy listos, algo se nos ocurrirá con tal de defender nuestro derecho inalienable a seguir consumiendo descontroladamente y por lo tanto no reducir nuestra huella ecológica en el planeta. Total, desde tiempos ancestrales la lógica de nuestra especie no acepta el calor hasta que no nos llega la lumbre a los aparejos y no sentimos el frío hasta que no vemos aparecer a los pingüinos a nuestro alrededor.
La densa niebla (que resultó ser dióxido de carbono) se disipó y nos encontramos de pie al borde de una chimenea industrial en cuyas paredes internas se leía: “Por mi se va a la ciudad doliente. Por mí se ingresa en el dolor eterno” y pudimos ver una imagen del mundo que reverberaba en el fondo de aquel pozo. El hombre inconveniente sacó un termómetro que marcaba 14.4°C y un nutrido calendario que contenía el tiempo de los próximos cien años. Acto seguido comenzó a arrancar las hojas del calendario y a arrojarlas al fondo de la chimenea. La imagen del mundo comenzó a cambiar y el mercurio en el termómetro comenzó a subir.
Con las primeras hojas arrancadas al calendario el mercurio subió inmediatamente un grado. La imagen del fondo mostró entonces a un mundo en el que se destacaba la desertificación de las Grandes Llanuras de Norteamérica, el cierre de la corriente del Golfo en el Océano Atlántico, la extinción de las nieves del Kilimanjaro, un Sahara reverdecido, una amazonia perdiendo dramáticamente su biodiversidad, el comienzo del deshielo en el Ártico, el desvanecimiento del permafrost en los Alpes, el daño irreversible de los ecosistemas australianos, alertas de huracanes en el Atlántico Sur y el hundimiento de los países de los atolones como Vanuatu y Tuvalu.
2015. El mercurio en los dos grados y en la imagen del mundo: escasez de agua en China, acidificación de los mares, oleadas de calor en los veranos de Europa, incendios forestales en el Mediterráneo, comienzo del deshielo de los glaciares de Groenlandia, extinción de los osos polares a la par de una intensiva explotación petrolera en el polo norte, inundaciones masivas en la India, extinción de los glaciares en el Perú andino, sequías en California, cambios globales en los patrones de producción agrícola y el comienzo de la extinción selectiva de especies.
2030. Tres Grados y un mundo en el cual el desierto de Kalahari se come a Botsuana, los polos quedan estacionalmente libres de hielo, el fenómeno del Niño incrementa dramáticamente su intensidad, se sucede la muerte de la Amazonia, hay dantescos incendios naturales en Australia, los huracanes alcanzan la categoría 6, se desvanece el mar de hielo del Ártico, severas sequías en Centroamérica, se desata la furia en los monzones, desaparición del Valle del Indo, escurren las últimas gotas del Colorado, Nueva York queda bajo el agua, epopéyicas tormentas asolan Europa, pandemias en África, la pérdida de los ecosistemas de montaña en Sudamérica y el drama de sembrar en un invernadero mundial.
2050. En un mundo cuatro grados más caliente, la muerte del Nilo, el deshielo total de la Antártida, la influencia global de la contaminación china, las arenas del desierto africano conquistan la Europa mediterránea, el desvanecimiento de los glaciares alpinos, inundaciones apocalípticas en Gran Bretaña, la erosión crítica del suelo en Texas y se comienza a dar la respuesta espontánea de metano en Siberia.
2075. El termómetro marcando ahora cinco grados más y la mayor parte del mundo es inhabitable, hidratos de metano surgen peligrosamente en el océano Ártico, los tsunamis se suceden también en el mar del Norte, refugios gigantescos para los desheredados de los trópicos y guerras civiles intensificadas por el control de los recursos por todo el planeta.
2100. Hay un mundo sobrecalentado en seis grados que recuerda al mundo del cretácico, con océanos aceitosos y un desierto global que va de trópico a trópico. Una extinción que alcanza dimensiones pérmicas y la vida del hombre limitada a los polos que son los únicos lugares que conservan condiciones habitables, aunque el agujero de ozono abre la posibilidad de una emboscada ultravioleta del sol que sabe que solo es cuestión de tiempo el poder cumplir la promesa que Dios hizo después del diluvio de acabar con la raza humana en el mundo con fuego la próxima vez.
Pero el mundo no podía terminar incompleto y reclamaba mi presencia como insustituible parcialidad homeostática en la Gaia de Lovelock. Así que de pronto mientras contemplaba nuestra miseria final, el humo volvió a nuestro alrededor y se volvió a cerrar al punto que la asfixia nublaba mis sentidos. Repentinamente el hombre inconveniente despareció y mi persona cedió a la atracción de la gravedad que me reclamaba en el fondo del pozo hacia el centro de la imagen que todo ese tiempo había arrobado mi atención. Y mientras me precipitaba en la caída libre ante, mis ojos vi aparecer de nuevo a Chernobyl, a Hiroshima y a Nagasaki, al Exxon Valdez y a las plataformas de petróleo en el Medio Oriente, al Protocolo de Kyoto y a la Guerra de Irak de entre muchas imágenes que se sucedían vertiginosamente hasta que mi alma de súbito impactó con mi cuerpo y entonces… desperté.
Dicen que uno tiene solo cinco segundos inmediatamente después de despertar para recordar sus sueños de otra manera estos quedan sepultados en el arcón del olvido de la memoria, pero yo me tomé mas tiempo. El suficiente para reconocer mi impotencia ante la onírica profecía.
¿De que sirve que en un esfuerzo individual sacrifiquemos los patrones de consumo que aseguran nuestros grados de confort? Si en la participación global del agravio nuestro porcentaje es nada comparado con la contaminación de las industrias trasnacionales y la maquinaria bélica de las grandes potencias que hacen muchísimo más daño en mucho menos tiempo.
Quizá comencemos a tomar conciencia cuando de Nueva York no quede mas que la mano que sostiene la antorcha y no sea posible ver un oso polar mas que en un comercial de coca-cola (y eso solo en Navidad). Está en nuestra condición humana no reaccionar a menos que el destino nos alcance. No importa. Una vez racionalizados globalmente los humanos en esto del cambio climático (al fin que es lógica geológica) haremos causa común y tomando en cuenta que somos muy listos, algo se nos ocurrirá con tal de defender nuestro derecho inalienable a seguir consumiendo descontroladamente y por lo tanto no reducir nuestra huella ecológica en el planeta. Total, desde tiempos ancestrales la lógica de nuestra especie no acepta el calor hasta que no nos llega la lumbre a los aparejos y no sentimos el frío hasta que no vemos aparecer a los pingüinos a nuestro alrededor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario